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La maestra de literatura coreana nos obligó a hacer trabajos en grupos con los que le apetecía hacer.
No sé por qué tomó tal decisión cuando ella misma es la que nos dice que formemos el grupo nosotros mismos; pero esta vez, lo cambió.
Y para colmo, en mi grupo está ese chico que por obvias razones, me vuelve loca. Como una estúpida enamorada.
El trabajo trata de investigar temas específicos sobre la cultura de corea y, a nosotros no tocó investigar sobre la dinastía Joseon.
-Muy bien chicos. Este trabajo debe ser entregado la próxima clase. Espero que todos cumplan con su deber- anunció la maestra antes de salir del salón. Y, la próxima clase es dentro de dos días.
Miré a las direcciones donde se encontraba cada miembro de nuestro grupo. Suspiré y dejé caer mi cabeza sobre la palma de mi mano. Estaba nerviosa.
-Vaya. Te tocó con el chico ese -mi gran amiga comenta en un susurro audible solo para mí, señalando disimuladamente hacia él-. Apuesto a que se te sale el corazón —conn ironía habla esto último.
Ah, claro. Mi mejor amiga no sabe del lío que tengo dentro de mí. No sé si odiarlo o amarlo. Pero últimamente he demostrado lo primero y, pues eso, le ha dado a entender a la chica frente a mí, que él me fastidia. No obstante, hace que mi corazón revoletee como mariposa en un ventarrón.
Ahora dejo caer mi cabeza y apoyo mi frente en mi brazo sobre la mesa.
-No te preocupes. Por lo menos no vas a estar sola. Tienes a tres compañeros más, que por cierto, te tocó al que le gusta la historia.
-Deseéme suerte
-Suerte. Y la necesitas muchísimo, Rei.
Dejé salir una risa sarcástica y esperé hasta el receso para acordar con los demás, qué día y a qué horas y dónde reunirnos.
En la hora del recreo, Hyunjin se sienta a mi lado, mirándome fijamente con sus brazos cruzados. Tomo una respiración profunda y luego pregunto:
-¿Qué pasa?
-Sobre el trabajo ese... dónde y a qué horas.
-¿Mik no te lo contó?
-No
No le creí, pero nada malo sale en decirle, ¿verdad? - En la biblioteca a las 6.
Él asiente y luego se acomoda mejor en el asiento. Me sentí incómoda ante su cercanía -no tan cercana-. Traté a mil de controlar el pulso acelerado de mi corazón y actuar con normalidad. No obstante, los nervios me hacía delirar e, inconscientemente ya me encontraba jugando con la pajita del zumo de frutos rojos que tenía en la mano. Saqué el móvil de mi bolsillo y empecé a rebuscar en galería y eliminar imágenes que ya no me gustaban. Pero el chico guapo, aún seguía ahí.
