Graffiti

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Graffiti:
Bang Chan

Con un gorro de lana, tejido con paciencia por las manos de mi abuela; un saco y una chaqueta cubrían mi torso del terrible frío de diciembre

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Con un gorro de lana, tejido con paciencia por las manos de mi abuela; un saco y una chaqueta cubrían mi torso del terrible frío de diciembre.

El vaho salía por la exhalación de mi nariz cada que respiraba. Mi boca chupaba el sabor dulce y ácido del bombón.

—¡Channie! —llamo la atención del mencionado una vez estuve a unos metros de él. Este mismo giró su rostro a mi dirección, dirigiéndome una sonrisa.

Termino de caminar hasta llegar frente suyo, teniendo las manos escondidas del frío en los bolsillos cálidos de mi chaqueta.

—¿Qué tal?

—Bien, como siempre —respondo, llevando el bombón a un costado de mi mejilla para hablar—. ¿Trajiste los sprays?

Dio un giro con su torso, mostrando la oscura mochila que no se alcanzaba a ver bien por la oscuridad de la calle. Sonreí ladina.

—¿Qué tienes pensado hacer? —pregunta, empezando a caminar hasta encontrar una pared perfecta para rayar.

—Cualquier cosa que se me venga a la mente en ese momento —él sonríe—. ¿Y tú?

—Tenía pensado escribir: stray kids. Con una caligrafía distinta a la de siempre.

—¿Niños perdidos?

Asiente, sonriendo con orgullo.

—¿Y eso por qué?

—Me parece cool esa frase —río.

Tardamos en encontrar la pared perfecta.

Chan sacó todo el spray que tenía en el bolso, mientras que yo analizaba qué hacer allí. Usualmente suelo hacer dibujos y mi amigo y compañero de travesuras (o vandalismo, como lo llaman los policías) palabras o letras que para los demás son sin sentido, pero para él tienen un significado.

Una vez que me llegó la idea, decidí hacer un cocodrilo a un estilo único, a lo mío.

Agarré el aerosol verde y empecé a trazar las líneas, haciendo el boceto del animal. Luego, empecé a rellenarlo con distintos colores. Un cocodrilo colorido, llamativo y fachero.

Me encanta el olor de la pintura, pero al inhalarla tanto, me empieza a doler la cabeza. Es por ello que me coloco la mascarilla adecuada, siguiendo con mi labor.

Le hago una cadena dorada sobre su cuello, algún que otro diente del mismo color y unas gafas negras encima de su cabeza. Le pinto de rosa y fucsia la lengua que muestra.

Miro de reojo a Chan, quien se encuentra haciéndo las letras con dedicación.

—¿Ya casi? —le pregunto, viendo la nueva caligrafía.

—Falta poco. ¿Y tú?

—Ya casi —respondo. Esperando a que la pintura se seque un rato para seguir pintando y que no se mezclen.

escens :: skzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora