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Tras terminar de duchar a la tanda de gatos que se debían de bañar el día de hoy, lo llevo directamente a la mesita, frente a la bañera; para quitarle un poco lo mojado con un trapo, y posteriormente, pasarle el secador.
Ya con el pelaje brillosito y limpio, lo llevó a su habitación correspondiente, dejándolo en el suelo; donde al instante el minino corre hacia el rascador hecho con cartón para jugar en él. Sonrío encantada, yendo a la alacena de purina para rellenar las máquinas que obtienen las croquetas felinas.
—Roein —susurran mi nombre al lado mío, asustándome—. V-viene el señor Minho —al escuchar su nombre, me asusté, sí, así es. Inclusive boté purina al suelo; agachandome al instante y recogerla lo más rápido que pude.
—¿Ahora? Pero si... —me callé cuando lo vi a tan solo un par de metros, caminando hacia nuestra dirección con esa postura recta y su rostro... tan hermoso pero bastante intimidante gracias a su seriedad. Trago saliva en seco, terminando de recoger la purina en el piso; no obstante, me tuve que levantar y hacerle una reverencia de casi noventa grados cuando estuvo frente a nosotras.
—¿Quién ha tirado la purina al suelo? —su voz varonil me hizo temblar. Mierda. Mordí mi labio inferior, lamentando mi existencia.
—F-fui yo, señor; tuve un susto y... —su fuerte suspiro me calló, volviendome muda. Roein, Roein, eres tan torpe que pronto te echarán a patadas de aquí.
—Levántala, entonces.
—Sí, señor —Lee Minho, el dueño del refugio para gatos donde actualmente estoy y trabajo. Antes de entrar, decían que el jefe era bastante divertido y carismático, pero... ¿por qué da miedo? Sobre todo a mí, me mira como si me odiase.
¿Y cómo fue que me gané su odio? Sencillo, no me supe los nombres de sus gatos ni mucho menos diferenciar a dos de ellos. ¿Tan recoroso es?
Cuando el peligro estuvo lejos, pude volver a respirar, cayendo al suelo gracias a la tensión que sentía en mi pobre cuerpo. Termino de recoger las croquetas y guardarlas en el comedero, para luego llevar el bulto a su lugar correspondiente.
***
Cuando el auto de rescate felino llegó, ayudé a transportar a los nuevos habitantes del refugio a una habitación donde ellos estarían internados por unos días para controlar alguna enfermedad que tuviesen y darles las inyecciones necesarias; al mismo tiempo, estirilizarlos.
El refugio en sí, es como un area verde para niños; hay campo grande donde los gatos pueden ir y explorar, sin correr el riesgo de que escapen. Tienen habitaciones completamente libres y no duermen en jaulas, los gatos son completamente libres de andar por donde quieran. Los gatos enfermos están en otra ala, lejos de los sanos; y, los cuales, están internados en grandes jaulas bastante espaciosas para que no se sientan incómodos. Y los gatos recién rescatados, también tienen su propia ala, donde se hace todo para mantenerlos con buena salud y que agarren peso para que al final, puedan ir con los otros gatos y ser libre por el campus.
