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El metro o tren subterráneo es un transporte al cual anda por debajo de la ciudad. Por si no sabían.
Okey, dejemos de bromas malas a un lado.
En estos momentos le explico a mi pequeño sobrino sobre qué es un metro. Puesto que a su edad de apenas siete años, no se ha subido en uno y, en la ciudad al cual viven, no hay.
El pequeño a mi lado se quedaba maravillado del largo tren subterráneo. Y me preguntaba tantas veces cómo es que se sentía montarse en uno.
Mientras bajábamos las escaleras para la estación subterránea. Pagué el ticket con la tarjeta de transporte y agarré de nuevo la pequeña mano del niño a cargo mío.
Esperamos al tren pacientemente mientras que Sam saltaba al ver otro metro partir. Por inercia, sonreí al verlo tan alegre y emocionado por algo tan sencillo como es un medio de transporte.
Veinte minutos después, por fin el metro a nuestro destino llega. Sam, emocionado, comenzó a correr a mi alrededor mientras movía sus brazos, eufórico.
—¡¿En ese nos vamos a montar?! —pregunta, sin poder creerlo.
Le regalo una sonrisa de ternura y asiento, revolviendo su largo cabello. Tras agarrar su mano con la mía y esperar a que se abran las puertas; entramos cuando estas mismas se abren en par en par.
Sam, por si fuera poco, da un salto hasta el otro lado y mira estupefacte en el interior. Con la boca abierta, dice que es igual a las peliculas y dramas que se ha visto junto con su madre -mi hermana-.
Yo me siento y él se queda de pie, agarrándose fuertemente del tubo metálico a un lado de donde estoy sentada. Según él, quiere experimentar cómo se siente.
Unos minutos después, el tren da marcha a las paradas siguiente. Sam mira por las ventanas la oscura pared del tunel y los pequeños bombillos que están un poco arriba de éstas mismas, como también ve las paradas en el que el metro se detiene y vuelve a andar.
Después de que varios pasajeros entraran en una parada. Segundos después, se escucha una melodía bastante tranquila y, después de ella, una voz.
Cerré mis ojos, satisfecha, al escuchar cómo la voz de esa persona cantaba a la perfección. Parecía un ángel. Mis labios se movían sin pronunciar palabra alguna, cantando la letra que cantaba el chico de voz de ángel.
Abrí mis ojos y lo vi. A unos metros de donde estaba yo sentada.
Alto. Lindo. Vestido casual y con una pequeña radio donde se producía la melodía.
Embobada le quedé viendo hasta que él terminó de cantar. Mucha gente le aplaudió -sobre todo los extrangeros-; y él al pasar con un pequeño gorro al revés, le daban su propina.