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Lee Felix

Todos los de nuestra clase nos dirigíamos nuevamente a la cabaña en la cual nos hospedamos por la excursión

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Todos los de nuestra clase nos dirigíamos nuevamente a la cabaña en la cual nos hospedamos por la excursión. Una cabaña en el campo, rodeada con pocos árboles, donde le dan la sombra y la frescura al lugar; cerca de la colina y sobre todo, tranquila.

Durante todo el día de hoy, nos pusimos a caminar al rededor, conociendo y explorando lo distinto a lo que usualmente veíamos en la ciudad. Corrimos escapando de un toro que nos correteaba; cabalgamos e incluso, escalamos árboles frondosos con frutos, para bajar éstos mismos. Nuestro profesor junto con dos más, nos dirigían nuevamente a la cabaña.

Mis amigas y yo charlábamos de lo que habíamos hecho y en varias ocasiones soltamos la carcajada.

—Hoy veremos el atardecer —habló nuestro profesor en la puerta de la casa—. Todos en la terraza, los quiero a todos. ¿Entendido?

En unísono, asentimos.  Las mujeres se fueron a un lado y los hombres al otro.

—Nunca he visto un atardecer en persona —una de mis amigas habló

—¡Sun, imposible!— exclamo Clara, otra de mis amigas— ¿Nunca en tu vida has visto uno? —la mencionada negó.

—Solo por internet. Se ve que es muy bonito.

–Es hermoso, Sun. Muy hermoso—hablé, mirándola con una sonrisa. Después de eso, comenzamos a hablar sobre los chicos que nos gustaban y del cómo uno de ellos la miraban. Sonreí ante un comentario de Clara.

—Te has ganado la mirada de Felix, ¿uh?

Negué con la cabeza— Nah.. es un buen chico pero...

—No digas que no te gusta que eso es falso, Sanna. Tú sabes más que yo que él te encanta. Por más que lo niegues, lo querrás aún más. Así de traicionero es nuestro corazón —concluyó la pelicastaña.

Dejé salir un suspiro para ponerme de pie —Mejor vayamos a la terraza. De seguro ya están casi todos.

Salí de la habitación para dirigirme a las escaleras que llevan directamente a la terraza de la cabaña. Mis dos amigas no me siguieron, porque no las escuché hablar ni decir palabra detrás de mí. Pasé la puerta donde conectaba con la terraza y allí, varios compañeros se encontraban hablando entre ellos.

Me acerqué a la baranda y crucé mis brazos sobre ésta. Las montañas se miraban al fondo, de un color verdoso y algún que otros puntos de colores por los arboles con hojas distintas. El cielo ya se estaba poniendo en un color entre el azul y el rosado.

Poco a poco, la terraza se fue llenando de los estudiantes y, allí mismo, empezamos a observar los distintos colores del cielo. Después de un rosa-morado, llegó un naranja para luego ver el sol esconderse tras las montañas lentamente.

En mi rostro había una sonrisa al ver el atardecer en compañía con mis amigos.

Los maestros, después de un largo rato, nos mandó a ir al comedor a cenar y, luego de eso, a dormir.

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