Fuga

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Fuga:
Seo Changbin

Mierda, mierda y más mierda

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Mierda, mierda y más mierda.

La adrenalina corría por mis venas, quemándolas. Mi respiración era un jodido desastre, pero no podía rendirme siquiera; ¡ni pensarlo!

A pesar de que tenía una buena ventaja, no podía confiarme porque los guardias venían a mí.

Necesito salir de este pueblo, de este reino. Pero joder...

Bajé por una baranda de una ventana del castillo, llegando a uno de los tantos pasillos que tanto he estudiado antes de llegar.

Los fuertes pasos se escuchaban tras de mí, siendo así aumentando mi ritmo y escapar de todo este lugar con vida.

El sol estaba a punto de escabullirse por el horizonte, cosa que al llegar la noche, esta sería mi aliada más fiel.

—¡Ahí está! —gritaron detrás de mí, asustándome.

Por el reflejo de tantas ventanas que hay, supe que estaban al otro extremo del pasillo. Así que, por más loca que fuera la idea, corrí a una habitación y entré por tal puerta.

Una sala gigantesca con muebles aterciopelados y grandes lámparas de cristal. No me detuve en absoluto de reparar más a detalle la habitación.

Llegué al balcón de esta misma, saltando hacia el otro que estaba al costado y, finalmente, bajar con cuidado para esconderme de los uniformados que me seguían. Escuché sus pasos y sus voces, unos bufando como otros maldiciendo.

Una vez que sentí que ya no estaban en la habitación, bajé por los pequeños peldaños de la pared que servían como escalones hasta llegar al suelo.

Me até mejor la coleta de mi cabello, empezando a correr, escapando de aquella gigantesca estructura de reyes.

—¡Alto ahí! ¡Detente! —joder. Todos los guardias estaban con la labor de agarrarme antes de salir del reino.

Toda la labor que hice se fue al carajo  cuando un estúpido guardia se le dio por devolverse al calabozo, pillándome cuando escapaba.

Porque sí, estaba en el calabozo. Encerrada en esas oscuras celdas por dejarme agarrar por un guardia en especial, que supo; no sé cómo, que era una espía. No me mataron por misericordia -supongo-. Tampoco alcanzaron a torturarme porque conté la razón por la que estaba ahí. Claro, es obvio que fue falso lo que dije pero se lo creyeron y con eso me basta.

Duré tres meses allí metida, mentalizandome la escapada y estudiando cada esquina del reino -porque antes de entrar, lo había hecho y lo aprendí de memoria-.

Mis pies dolían, pero me negaba siquiera a parar. Temía que me cayera.

Doblé en una esquina y salté por el muro no muy alto que dividía la zona real con la de los plebeyos.

—¡Ha pasado al pueblo! —gritaron.

El pueblo, por lo menos tenía ciertos lugares en los que escabullirme sin que se diesen cuenta.

Una vez que trasé el tramo que faltaba para llegar a la zona de los plebeyos, comencé a mezclarme con ellos. Rasgando mis prendas en el proceso y robando algunas en el camino.

Al parecer, en mi mente, todo iba bien. No podía llamar la atención, es por eso que no corría pero sí daba pasos largos; escondiendo disimuladamente mi rostro a los uniformados del rey que cruzaban por mi camino.

Me confié y ese fue mi error.

Porque cuando pasaba por frente de un callejón, una mano salió de su semi oscuridad, agarrándome el bicep; jaló de éste, acorralándome a la pared.

Claro que traté de zafarme de su agarre pero me fue imposible. El tacto que tuve con su uniforme y de su musculatura, supe que había llegado mi fin.

—No te muevas que te dejaré inconsciente si lo haces —amenazó; cosa que dejé de moverme cual pez fuera del agua.

—Vale, está bien —alcé mis manos en son de paz. Aunque, por su voz, supe al instante de quién se trataba—. Te caigo muy bien como para que me devuelvas al calabozo, Changbin.

—Oh, claro que sí.

—Venga Changbin. Te librarías de mí —sonreí a medio lado, porque sé que este hombre no soporta mi presencia por tanta charla que le he dado hasta el punto de irritarle.

—Me encanta tu compañía, para que sepas —reí nalsalmente al escuchar su encantadísimo sarcasmo.

—Vaya... hasta al punto de tenerme a tu lado siempre. ¿Por qué no mejor te casas conmigo? —mi visión ya se había acostumbrado a la oscuridad que nos redeaba, es por eso que vi cuando el guardia achicó sus ojos y acercó su rostro al mío.

—Lo haría sin rechistar si no fueras una bocaza para otro hombre. —susurra, amargo.

Suspiro, relajando mi cuerpo. Cosa que el guardia de este reino afloja su agarre.

—A ver, no te miento. Sí, soy una espía, lo admito. Pero tú muy bien sabes, que tu rey es un hijo de puta que solo hace explotar a su gente para llenarse hasta el culo de oro. Tú mismo sabes que ganas poco para este trabajo agotador de veinticuatro horas de los siete días de la semana. Porque descanso, son minutos.

» No disfrutas de tu familia ni amigos por estar metido lealmente por obligación a un hombre con corona que le encanta la riqueza para sí solo. ¿O me equivoco?

» Mi única misión es sacarlo del reino con la ayuda de mi gente y sé, que tú también lo quieres ver fuera de ese trono.

Al oír su fuerte suspiro y sentir que su tacto ya no estaba con mi cuerpo, pude sacudirme y sobarme el brazo donde su agarre había sido fuerte por un momento.

—No confío en ti.

—Ya lo sé. Pero no pierdes nada con intentarlo.

—Oh, claro que sí. Mi cabeza, eso es lo que pierdo al instante —se cruza de brazos. Mostrando lo fuerte que es. Guao.

—Pero nadie se enterará de que me has tenido entre tus manos pero me dejaste ir, si lo haces ya.

Su mirada intensa me taladra. Pero no bajo la cabeza y le sigo viendo a los ojos.

De repente, una de sus manos rodea mi cuello, tomándome de sorpresa. Gemí cuando apretó un poco.

—Espero que lo que digas sea cierto —su voz suena más gruesa. Se acerca más a mí, su aliento cálido golpeando mis labios—. Porque si no, te buscaré y te haré sufrir de una manera que jamás querrá que suceda y que ni podrás imaginar.

Trago grueso.

—No te arrepentirás — es lo que digo antes de ser soltada bruscamente.

—Menos de cinco meses espero que todo lo que has dicho se cumpla —ordena antes de salir del callejón y caminar por el pueblo como si me estuviese buscando.

Duro un rato, recordando todo. Llevo una mano a mi cuello y lo acaricio, sintiendo cosquillas en él.

Una sonrisa tonta y placentera se dibuja en mi boca. Joder, cómo me gustó eso..

Salgo de mi escondite para dirigirme velozmente a la salida e ir a mi pueblo, donde está mi gente y a la que trabajo para sacar ese rey de mierda que reina en este terreno.

escens :: skzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora