Fruit [ Haitani x Kawata ]

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Después del matrimonio la familia nuclear de Souya se quedó en la casona en Italia/ La Toscana para tener unas pequeñas vacaciones y disfrutar de algunos paseos en el país europeo en el fin de semana.

Los padres de Rindō tuvieron que marcharse por temas de Trabajo y labores.

La pareja había dejado la casona por una noche para poder pasar en paz la tradicional noche de bodas. Pero al día siguiente habían vuelto.

El lugar era enorme y lleno de árboles tanto ornamentales y frutales, una fuente enorme, bancas de piedra, piscina y un columpio hecho con una llanta un tanto apartado de la casa.

Era de momento el lugar favorito de Nahoya para poder despejarse la cabeza.

Su traicionera mente y lobo interior le hacían recordar una y otra vez la imagen de Ran, lucía más alto y fuerte que la última vez que lo vió, además de ese radical cambio en su cabello.

Y obvio, ahora estaba en un país donde se concentra gran parte de las acciones empresariales e ir de trenzas por ahí probablemente le hubiera quitado seriedad.

—Ahora deberías tener 22 años...— Murmuró para sí.— ¿Qué tanto haces en Estados Unidos?— Suspiró mientras aún se balanceaba tirado sobre esa llanta rellena de almohadas y cuerdas debajo para no caer.— ¿Aún no vuelves a Japón por que no me superas?— Volvía a bajarle la tristeza y los amargos recuerdos.

La pérdida la había sufrido hace dos años, hoy su cachorro debería tener un año aproximadamente, hubiera estado con él balanceándose en ese bonito columpio alejado de todos, probablemente con Ran dándoles vuelo desde atrás.

—¿Extrañas a mi hermano?— Habló Rindō.— Saliendo de entre los arbustos que rodeaban el jardín y el gran árbol del columpio.

—¡AH!— Volteó completamente rojo, viendo molesto a su ahora cuñado.— ¡Jamás dije una mierda así! ¡No sé de qué hablas!—

—Ah, cállate, no grites... Estaba detrás del árbol buscando algo.— Se encogió de hombros.

—...¿Qué mierda buscarías en un árbol?—

—Ven si no me crees.— Volvió a su ubicación inicial con un refunfuñante pelinaranja detrás.

—... Aquí no hay nada...— Frunció aún más el ceño.

—Espérate...— Y de entre la tierra que movió con el pie pudo notarse una especie de tapa de madera.— Aquí escondíamos con Ran nuestros cigarros y la hierba.— Sonriendo se puso de cuclillas y abrió la tapa.

Era una caja enterrada en el suelo que dentro albergaban cajetillas de cigarros, colillas, un encendedor oxidado, cuatro bolsitas hermeticas con hierba y una cajita hermética con dos cigarros ya armados.

—¿Qué mierda...? ¿Y tú desde cuando te drogas?—

—¿Yo? Yo no me drogo, la empresa por obligación me impone un exámen de drogas cada un mes.— Suspiró.— Ésto solía fumarlo con Ran cuando teníamos 15.— Sacó uno de los cigarrillos armados y lo mostró.— Planeaba fumarlo con el idiota, pero se fue por trabajo...—