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El rizado no se quedó más tiempo, arrancó su moto y sin darle tiempo a reaccionar, desapareció de Clock Street. Jason le observó desde lejos, no era normal que su amigo se marchase sin despedirse.

Haig agradecía la suave brisa chocar contra su rostro, necesitaba despejarse de alguna manera. Dio varios rodeos antes de llegar a su casa. La noche era fresca, pero no excesivamente, se podía permitir ir con una ligera cazadora sobre su cuerpo sin sentir demasiado frío. Llego hasta lo alto de una colina, desde la que pudo apreciar la noche estrellada que caía sobre Londres. Sintió su teléfono vibrar varias veces en su bolsillo, pero no quiso prestarle atención, sabía quien era la persona que llamaba.

Paso poco más de media hora cuando regresó a su casa, por suerte esta vez no había nadie levantado. Llegó hasta su habitación y comenzó a desnudarse. Sacó un paquete de tabaco que llevaba siempre en su cazadora. Alargó los dedos hacia un cigarrillo prendiéndolo, dejando salir toda la frustración en el humo. Sabía que no estaba bien fumar, pero le hacía sentir tan jodidamente tranquilo. Rápidamente, fue hasta la ventana de su habitación para dejar salir el olor. Sus padres no tenían la menor idea de su pequeño vicio. Sacó el teléfono de la única prenda que llevaba puesta, su pantalón y observó como las llamadas perdidas se agolpaban entre ellas en la barra de notificaciones. La última llamada llevaba un mensaje con ella, decidió escucharlo.

"Me da igual quien seas, me da igual la doble vida que lleves. No sabía quién eras esta mañana, pero me has ayudado y no sé por qué no puedo sacarte de mi cabeza. Sé que la estoy cagando y es una mierda" Haig borró el mensaje.

Se terminó su cigarrillo y acabó de desnudarse para meterse bajo las sábanas.

Se despertó ligeramente mareado, la luz que entraba por la ventana le cegó cuando abrió los ojos. Observó como su padre recogía las cosas del suelo sin pararse un segundo.

- Papá -dijo Haig con la voz rasgada

Pero su padre no le dijo nada de vuelta. Salió de la habitación dejándolo solo, entonces pudo observar la cajetilla de tabaco sobre su mesilla. "Mierda" estaba tan metido en sus pensamientos que no se acordó de esconder el tabaco de vuelta en su armario. Agarró una camiseta y unos boxers y bajó a la planta inferior de la casa, en la cual Louis no paraba de ir de un lado hacia otro, poniendo lavadoras, recogiendo ropa, haciendo la comida.

- Papá -repitió de nuevo intentando que le mirase

- No me hables Haig, no lo hagas para mentirme

- El tabaco es mío -Louis le miró por primera vez

- No me lo puedo creer Haig

- ¿Prefieres que te mienta? ¿Qué te diga que es de un amigo?

- ¡No!, ¡Pero tampoco me lo digas tan tranquilo!

- Creí que teníamos confianza

- ¡Y la tenemos! -gritó el oji azul- Pero creí que eras más inteligente, eso casi mata a tu padre

El adulto solo daba las gracias porque su marido no estuviese ahí esos momentos. Se habría derrumbado hasta el suelo si le hubiese mirado a los ojos. Su hijo sintió la tensión en su cuerpo y en sus palabras.

- Está bien, perdón, papá. Lo dejaré si es lo que quieres

- Por favor -sollozó el mayor- No quiero que te pase nada

- Estoy bien -se acercó a el- Estoy bien, te lo prometo -le abrazó besándole la cabeza

Louis se dejó abrazar dócilmente, los abrazos de su hijo eran igual que los de Harry. Protectores, sinceros, fuertes. Daba gracias porque su familia no perdiese nunca su esencia.

El mayor temor del adulto era aquello, que por culpa de Clock Street, su hijo tomase hábitos insanos que le hiciesen apagarse poco a poco como estuvo a punto de ocurrir con su marido. No quería volver a pasar por aquel sufrimiento. Demasiados años de su vida fueron contaminados por aquellos acontecimientos y estaba cansado. No habían regresado de España para volver a la vida pasada que tenían. Habían construido cosas muy bonitas en Valencia y le daba pánico volver atrás.

Cuando ambos se calmaron se pusieron a desayunar, bueno, técnicamente Haig fue el que desayuno, pero su padre le acompaño.

- ¿A qué hora volviste anoche?

- Tarde -respondió el menor- Creo que eran las 5 o así

- Haig... -le miró su padre

- Lo sé, sé que me dijiste que no trasnochara, pero pasó algo

- ¿El que? ¿Tus primos están bien?

- Si, si -dijo con urgencia- No tiene que ver con ellos sino conmigo. Se trata de una chica

Una sonrisa relajada se abrió paso por el rostro de su padre, sin embargo, Haig se mantenía serio.

- No me fio de ella, pero siento que debo protegerla

- ¿Desde cuándo la conoces?

- Desde ayer -respondió tranquilo y Louis abrió los ojos- Me la encontré llorando en uno de los vestuarios de la universidad, es... era la novia del quarterback del equipo de futbol. A la noche estaba en Clock y me asusté

Louis era consciente de la forma de ser de su hijo, sabía que quería pasar desapercibido, pero era imposible. Era un chico excesivamente atractivo, alto, fornido, con su aspecto misterioso que cualquiera querría descifrar. No hacía falta entablar una conversación con él para darse cuenta de lo especial que era aquel muchacho. Siempre queriendo ayudar, proteger, dispuesto a dar un abrazo o consolar a quien lo necesitase. Eso es algo que Haig desarrolló por sí mismo, ninguno de sus padres hizo que eso sucediese.

- Tienes que empezar a aprender que ser quien eres no es malo -le acarició el cabello- No has hecho nada malo para andar escondiéndote

- Solo no quiero que los idiotas de la universidad vayan a tocar los cojones -reaccionó tosco

"Es igual que su padre" pensó Louis.

- Si van, tú no puedes impedirlo. Lo único que te quedará será demostrarles quien es Haig Styles y porque tiene lo que tiene

- A veces me gustaría no haberme interesado por nada de esto

Louis sonrió. Ese mismo pensamiento lo tuvo desde que adoptaron a Haig. Nunca lo apartó del sector del motor, pero tampoco tenía muchas ganas de que su hijo se interesase por él, pero inevitablemente acabo sucediendo y Haig terminó relevando a su padre en sus tareas.

- Puedes hacer muchas tonterías, pero en el fondo eres inteligente. Y si alguno de esos chicos aparece en Clock, sé qué harás lo correcto. Recuerda que tú eres el líder, tú manejas todos los hilos

Haig asintió, sentía demasiada impotencia, pero su padre tenía razón. Si su secreto llegaba a conocerse no podía dejarse llevar por la impotencia o la ira, debía ser más inteligente que todos los de su alrededor.

DESPITE EVERYTHING // HAIG STYLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora