CAPITULO 37. Jaque Mate, loca.

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POV RAMSES:

Trotar siempre me hacía pensar con claridad o no pensar en nada.

Cuando mi mamá murió y luego de su entierro no sabía qué hacer con estas ganas irremediables de escapar de esa pesadilla. Así fue como comencé a trotar, el hábito más sano de todos los que había adquirido con su muerte.

Trotaba para que se me pasara el alcohol de la cabeza o las drogas.

Trotaba para huir de esos recuerdos dolorosos.

Trotaba porque me sentía en movimiento, como si pudiera avanzar más rápido el tiempo para que ya dejara de dolerme.

Nunca dejó de dolerme, solo aprendí a convivir con el dolor y con sus fantasmas. Odiando la vida que me había tocado vivir sin mi mamá en ella. Odiaba cada amanecer que ella no podía ver, cada atardecer que no podía contemplar.

Hasta que llegó Amelia y dejé de sumirme en mi dolor.

Así que el hábito de trotar no se me había quedado, solo que ahora tenía mejores motivos para hacerlo.

Trotar con mi hermano fue algo que nos ayudó a unirnos, a enfocarnos en algo que no fuese nuestra propia destrucción. Después de su última pelea, donde llegó con su rostro inflamado hasta estar irreconocible, sabía que me arrastraría por su mal camino. Tuve que enfrentarme a esos matones y pasé la noche en la cárcel con tal de que se alejaran de mi hermano. Aun recordaba esa conversación que había tenido con Mike.

—¿Qué fue lo que pasó?.

—Te cuento si queda en confidencialidad abogado cliente, y eso deberá incluir a Hayden y a mi papá.

Mike bufó enojado, si hubiese podido obligarme de alguna forma a hablar, lo hubiese hecho.

—Estás en una puta cárcel, Rámses, no estás en condiciones. Tengo que sacarte ya mismo. ¿Qué mierdas pasó?. Presentarán cargos a menos que...

—¿Confidencialmente hablando?.

Mike bufó

—Habla de una buena vez o tendrás que entenderte con un abogado del estado.

—Sé que no lo harás. Jura la confidencialidad o tendrás mayores problemas para sacarme.

Gruñó y murmuró varias maldiciones antes de aceptar.

—Gabriel está tomando más de lo que ustedes saben y se ha estado drogando cada vez con más frecuencia. Y esos tipos a los que golpeé han sido los que le venden las drogas. Los golpeé y lo haría otra vez. Y no presentarán cargos, vas a ir con ellos y les dirás que no lo hagan, que si lo hacen no les devolveré lo que les quité y serán ellos los que tendrán muchos más problemas que Gabriel y yo, unos hijos de un diplómatico con inmunidad y muchos contactos.

—¿Qué les quitaste?.

—Unos diez cinco kilos de pasta.

Mike se ahogó con su propia saliva. Comenzó a toser sin parar, a boquear por aire, con sus ojos enrojecidos. Le tomó unos segundos recomponerse, hasta que por fin pudo volver a respirar con normalidad. Se acercó hasta mi, susurrando, sudando.

—¿Cómo-, no, donde la pusiste? ¡mierda Rámses! Si la descubren... es más que posesión ilegítima, es distribución. ¡Habla de una buena vez!.

—No la conseguirán porque la enterré, lejos.

—¿Qué tan lejos?

—Lejos, pasando las fronteras.

No Juzgues La Portada 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora