CAPÍTULO 22.Secretos y más secretos

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La empresa de mudanza es una maravilla.

Habíamos empacado toda la ropa, pero las pertenecías valiosas las llevaría personalmente yo con ayuda y compañía de Johana, quien se había ofrecido a ayudarme, después de todo su nuevo cargo le daba ciertas libertades de tiempo que antes no tenía, sobre todo si decía que era para hacer algo referente a su boda. La empresa recogió, empacó y movió todas las cosas con una velocidad impresionante, además de saber lo que hacían eran unas veinte personas haciendo el trabajo como hormigas trabajadoras, sin ni siquiera tropezarse entre si cuando cargaban las pesadas cajas.

Cuando llegamos a la nueva casa, me dediqué a supervisar que todas las cajas hubiesen llegado en buen estado y que colocasen en cada habitación la que correspondía. La empresa no solo empacaba y movía todo, también desempacaba y volvían a arreglar las cosas en su sitio.

No era una tarea fácil volver a colocar todas las pertenencias donde iban, por lo que se guiaban con las fotografías que habían tomado antes de empacar.

Bastante impresionante en realidad.

Elaboré un listado de todas las cajas empacadas, con contenido y ubicación. No quería que nada se perdiese o dañase. Yo me encargaba de todo lo que era el contenido personal de Gabriel, Rámses, Jeremy y las mías, mientras que Johana me ayudaba con las cajas del resto de las dependencias. Era impresionante verla en ese modo organizativo y autoritario, era como si se transformase en otra mujer. Quizás era esa dualidad que tanto le gustaba a Mike, pues él mismo era así.

Johana había comprado algunas cosas para decorar, este espacio era mucho más grande y venía completamente vacío a diferencia del departamento que se rentó parcialmente amoblado, así que mientras el equipo desempacaba y comenzaba a instalar los televisores, consolas y máquinas de ejercicio, Johana comenzó a dirigir la decoración.

Y necesitábamos mucha decoración, porque era tan grande la casa que lucía vacía.

—Ese cuadro... me encanta—mi aliento había fallado mientras admiraba esa obra de arte plagada de tantos colores que me perdía contándolos.

—Sabía que te gustaría y Rámses lo confirmó. Quería darle un regalo a todos por su nueva casa, pero quería algo colorido y di con este maravillo artista. Se lo mostré primero a Rámses y él estuvo tan seguro de que te encantaría que me pidió que te lo guardara como una sorpresa.

—Lo adoro—no podía alejar mi mirada de él.

—También te traje una planta—aguantó la risa pero cuando me vio sonreír dejó de reprimirla—. No me estoy burlando, adoro mi planta de la felicidad porque cada vez que la veo me acuerdo de esa noche y me hace feliz.

Para cuando los chicos llegaron, casi al final de la tarde, todo estaba completamente listo.

Mike, Fernando, Hayden, Rámses, Gabriel y Jeremy estaban tan impresionados que no podían cerrar sus bocas.

—¡Mira este closet!—gritó Gabriel—. Es como si la mismísima Marie Kondo lo hubiese hecho.

—¿Y tú como sabes quién es ella?— no conocía a ningún hombre que la conociera y yo la conocí a través de cierta amiga obsesionada con la organización de la ropa.

—Por Marypaz, ¿no viste su closet? Estaba obsesionada con eso.

—¡Lo sé! Hasta el día de hoy me pide que le enseñe mi closet para organizármelo.

—Marie Kondo es la mejor—murmuró Mike mientras paseaba por las habitaciones—, pero no podría vivir con ella, de vez en cuando hace falta un poco de caos en la vida y nunca, nunca es suficiente ropa.

No Juzgues La Portada 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora