CAPITULO 11. ¿Intentan envenenarnos?

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—¡Vaya! Esto huele delicioso—Mike entró en la cocina, luciendo fresco y descansado. Iba con un nuevo look vaquero, con camisa de cuadros azules y una hebilla del cinturón bastante grande, se veía bien en realidad, todo un vaquero aunque esta no era la granja que esperábamos y menos mal, porque si hubiese sido la granja que imaginábamos su atuendo no hubiese servido para mucho.

Se sentó en el primer lugar vacío que consiguió en la mesa y el resto de los adultos, le tendieron los distintos platos para que se sirviera, esperábamos estar completos antes de empezar a servirnos.

—Los chicos de verdad se lucieron—dijo Ameth sonriéndonos.

Y los vimos llenar sus platos con la comida que fue un infierno preparar.

El dolor de cabeza me estaba volviendo loca, Unam vomitó varias veces y Enrique se tropezaba con todo. Gabriel seguía ligeramente ebrio, así que su resaca fue apareciendo conforme cocinaba los huevos, una parte de ellos estaban excesivamente salados, así que intento nivelarlo cocinando más, pero sin nada de sal.

No funcionó.

Rámses estaba mudo, cocinaba la tocineta con los lentes de sol puesto y creo que más de una vez se quedó dormido parado, por eso estaban quemadas; y quizás también por eso echó parte del aceite que usó para freírlas, en el sartén donde Gabriel hacía los huevos, supuestamente para que tomaran el mismo sabor.

Tampoco funcionó.

Los pobre huevos los tuvimos que pasar por el escurridor de pasta, para quitar el exceso de aceite, aunque nada pudimos hacer por los trozos de tocineta carbonizada que les dibujaba pequeños puntos negros que esperábamos que pasaran desapercibidos, o que por lo menos evitaran que se notasen las partes de servilletas con la que el portugués intentó absorber el aceite.

Enrique estaba a cargo de las tostadas, por eso estaban chamuscadas, y esas fueron las mejores que quedaron. 2 bolsas de pan se gastaron durante este proceso. Unam intentó ocultar lo negro de las tostadas untándoles mucha mermelada.

Y como si eso no fuese malo, yo tenía que arruinar el departamento de bebidas, el que en apariencia era el más sencillo. El jugo fresco de naranja, era un licuado donde incluí las semillas y parte de la piel. Probablemente algunas gotas de mi sangre, considerando que no estaba en condiciones para usar un cuchillo sin cortarme. Intenté compensarlo con azúcar, mucha azúcar, pero no había resultado.

A la leche fresca que había traído temprano Miguelito, le eché accidentalmente la sal que Gabriel no había usado en la segunda tanda de huevos revueltos, y como el azúcar se había acabado en el jugo de naranja, no me quedó de otra que echarle agua y vainilla, mi mejor esperanza era que quizás los citadinos no supieran como saben la leche fresca.

Ni siquiera el café me había quedado bien, era un desastre.

—La mermelada de durazno era poca, la mezclé con la de arandanos—murmuró Unam—. Pero no sé qué son esos grumos.

—No creo que sea mermelada de durazno—respondió Enrique—. Es queso crema y creo que esta malo, por el lado positivo, lo otro si era mermelada de arándanos.

Miré con horror como Hayden untaba un pan con la mermelada de queso malo.

Ulises me miró y negué con lentitud, él bajó la tostada que casi muerde.

—Creo que me pasé con la pimienta—Gabriel miraba los puntitos negros en sus huevos revuelto, que yo creía que era tocineta—. Ni siquiera sabía que había pimienta.

—Creo que es nuez moscada—Rámses lo olisqueaba y arrugaba la nariz—. Yo gasté la pimienta en las tocinetas.

—Pero no había que echarle nada, ni sal ni pimienta—dijo Unam—, y esto huele como... ¡canela!.

No Juzgues La Portada 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora