CAPITULO 8. La vida no para, continúa

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—Pueden pedir lo que deseen al servicio de habitación. Y no te preocupes por la familia, les dije que habían perdido el vuelo. Yo vendré mañana muy temprano para acompañarte a la clínica. ¿Estarás bien?

—Si, gracias. Lamento mucho lo de la fiesta de bienvenida.

—Oh, no te preocupes por eso hija. Quiero que estés tranquila, descansa esta noche. Se lo que estas pensando, pero no hiciste nada mal Mia, si no, las mamás que buscan a sus bebés, que los aman desde incluso antes de concebirlos, no tendrían abortos. Sé objetiva, mantén la subjetividad para que enfrentes la perdida, no para que te culpes por ella.

Antes de irse, mi papá me besó en la frente y abrazó a Rámses, cosa que me sorprendió muchísimo. No pudieron hacerme el legrado en el momento, no había un quirófano disponible, pero mañana a primera hora si podrían. Me negué a ir a la granja, además de no estar del humor correcto, debía descansar, así que Ameth confesó que habían preparado una gran celebración para mi llegada, después de todo, si bien los había conocido cuando Nicole, mi prima, dio a luz, no había compartido con ellos lo suficiente, salvo algunos memes que eventualmente me reenviaban.

Ameth nos hospedó en un hotel cercano a la clínica, se negó a que Hayden, Fernando o Mike pagasen algo. En alguna de las tantas conversaciones que había tenido con mi papá, le había comentado algunas de las carencias que tuve de pequeña o lo ajustadas de dinero que llegamos a estar mi mamá y yo, algo que a él le pesó muchísimo aunque su ausencia en mi crecimiento no fue su responsabilidad. Por eso no quiso que nadie pagase por el hotel ni por la clínica, quería asumir su responsabilidad como padre, algo que hacía siempre que podía.

—Mike y Fernando...—murmuré sentándome en la cama, cansada física y emocionalmente.

—No te preocupes por ellos tampoco—me dijo Rámses.

—Viste sus caras. Intentaron disimularla, pero estaban tan tristes—recordé.

Hayden habló con ellos cuando Rámses y yo nos encontrábamos en el cubículo siendo atendidos por la doctora, y les explicó todo lo que hasta el momento sabía, así que cuando los volvió a llamar para decirles el diagnostico, fue una llamada más rápida, como una bandita que hay que arrancarla de una vez, tampoco es que se tuviese que explicar mucho después de la frase "aborto espontaneo". Lo difícil fue cuando tuve que hablar con ellos en el camino al hotel.

Ellos me dieron las mismas palabras de ánimo y fuerza que todos me habían dicho mientras me veían llorar y llorar. Querían venir de inmediato, pero les pedí que no abandonaran todas las cosas que tenían que hacer, porque sino dejaban todos los asuntos en orden significaría que no podrían quedarse todo el tiempo que queríamos.

Me costó muchísimo convencerlos, solían ser demasiado testarudos cuando se lo proponían.

El hotel era sencillo pero muy limpio y cómodo, mi habitación tenía un balcón bastante amplio desde donde podía ver la avenida principal y un enorme centro comercial. Había mucho ruido, pero lo consideré reconfortante, tanto que permanecí un buen rato observando los vehículos y las personas caminando por la calle, distraída curioseando en quienes eran, que hacían allí, a donde iban.

El mundo no se detenía porque una vida se perdía, por cientos o quizás miles, porque la vida de mi bebe estaba muy segura de que no era la única que se había perdido ese día en todo el mundo. Era duro reconocerlo, pero la vida seguía su rumbo. ¿Cuántas de esas personas que ahora estaba mirando no habían perdido a alguien en su vida? Y allí seguían, viviendo.

Muerte, separaciones, divorcio, olvido, mudanzas, migración, enemistad, traiciones. Había muchas formas de perder a una persona, pero la vida no para, continúa, ¿no era eso lo que quería siempre explicarle a Hayden cuando creyó que había perdido todo?.

No Juzgues La Portada 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora