CAPITULO 42. Arruinaron el momento

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No ha sido un mes fácil, por el contrario, ha sido extenuante y agotador.

Mi hermanito, quién sigue sin nombre, estuvo dos semanas internado en el hospital, siendo monitoreado de cerca. Desarrolló una pequeña infección en sus vías respiratorias producto del aspirado que le hicieron durante la cesárea de emergencia. Y como consecuencia de todas las medicinas que le tuvieron que dar, desarrolló gastritis.

Lo visité todos los días sin falta, me pasaba todo el día en el hospital esperando los momentos en que pudiera entrar a verlo, a hablarle. Las enfermeras me enseñaron a cargarlo, a tomarlo sin miedo, a cambiar su pañal, a asearlo y a alimentarlo.

Por eso estuve más que preparada para cuando lo enviaron a casa conmigo. Le dieron de alta antes que a mi mamá, quien tuvo que permanecer más tiempo internada. Ella también desarrolló una infección, un poco más complicada que la de mi hermano, pero retrasaron su salida hasta que no estuviese completamente bien.

Fue mi mamá quien autorizó que mi hermano se fuese a la casa conmigo, hasta que a ella le dieran de alta.

Mike estaba sumergido en todos los tramites que tenía que hacer para asegurarme un régimen de visita bien amplio y sobre todo para mantenernos alejados y protegidos contra Stuart.

Todos colaboraban como habían prometido, pero eventualmente fuimos Hayden y yo, quienes nos quedábamos despiertos con mi hermanito para que Marypaz, Gabriel y Rámses, que aún estaban en clases, no se desvelaran.

Ser madre era una labor difícil a pesar que contaba con muchísimas manos de ayuda. En las madrugadas éramos solo Hayden y yo, pero en el día estaban las manos de Mike, de Fernando, de mi papá, de Johana y de todos los chicos cuando regresaban de clases, incluyendo a Mikaela, a Megan y a Taylor que vino a conocer a mi hermanito.

Y mi abuela, por supuesto, quien viajó a los pocos días de que mi mamá tuviese la cesárea. Yo me encargaba de mi hermanito y ella de mi mamá.

Este tiempo me había hecho entender y ver una mejor visión la maternidad, aunque eso no implicaba que me hubiese arrepentido de mi decisión de hacerme cargo, era una esperanza que aún mantenía a pesar de que Rosalía se había negado a darme la patria potestad. Sabía que la rutina sería muy distinta una vez que mi mamá fuese dada de alta y pudiese quedarse con mi hermanito, pero para mí eso solo implicaba manejar diariamente a su casa para pasar tiempo con él, y no dormir a su lado en las noches. Tan solo pensarlo me hacía llorar.

—¿Lista para tu clase de manejo bombón?

Asentí nerviosa y le di un pequeño beso a mi hermano antes de dejarlo en los brazos de Johana.

No quería estar molestando a nadie para que me llevase todos los días a visitar a mi hermano y Rámses no quería que estuviese siempre en un uber.

Así que comencé a practicar con Rámses para poder presentar mi examen de conducir. Lo más difícil era controlar el miedo a manejar, debía recordarme muchas veces que Stuart estaba preso y que no estaba reviviendo aquellos momentos donde tuve que ponerme detrás de un volante por su culpa, directa o indirectamente.

Manejar con Rámses era agradable, me daba seguridad sentirlo a mi lado y aprovechábamos esos momentos para tener espacio para nosotros, porque con mi hermano en la casa, la intimidad había desaparecido.

Cosas de la maternidad que no te dicen y que, si te lo dicen, se tiene que vivir para entender la magnitud.

Stuart había presentado su recurso para ser transferido a una institución psiquiátrica de baja seguridad y Mike me había dicho que Stuart ganaría ese recurso. Mi piso se derrumbó pero tan solo por un momento, porque Mike me mostró cual sería la clínica a la que sería transferido, una al otro lado del país.

No Juzgues La Portada 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora