CAPÍTULO 33.¡Una sardina!

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—¡Gabriel O'Pherer, ¿me voy un fin de semana y tu renuncias a la pasantía?!.

Mike entró en la casa, azotando con fuerza la puerta. Los chicos y yo habíamos estado comiendo, mientras Jeremy nos mostraba lo que acaba de recibir de parte de su tía, una caja llena con muchas cosas que habían sido de su mamá, incluyendo un álbum lleno de fotos de ella pequeña. Nos sobresaltamos cuando entró como una estampida a la casa.

—Me voy unos días y tú decides renunciar a la pasantía sin avisarme, sin consultarlo. Me entero porque me lo dice una de las secretarias, ¡¿en serio?!.

Estaba furioso y no dejaba hablar a Gabriel, aunque el portugués estaba ahogado con el último mordisco que le había dado a la pizza.

—Si no estuviese con Johana tendría que llamar a todas las chicas con las que terminé por un mensaje, ya sé lo que se siente. Pero esto —y apuntó al portugués con su dedo—es inaceptable. I.Na.Cep.Ta.Ble, ¿entiendes?.

—Déjame explicarme—comenzó a decir Gabriel, pero Mike estaba realmente furibundo.

—¿Tú me vas a explicar a mí? ¡Yo te voy a explicar a ti!. Aun tienes mucho que aprender, es cierto que eres de los mejores pasantes que tenemos y un excelente trabajador, pero te falta muchísimo por conocer. ¿Crees que te las sabes todas?. No, no es así. Esta carrera que escogiste es muy competitiva, somos tiburones hambrientos de clientes en la calle y tu apenas eres un... un... ¡una sardina!, eso, apenas eres un bebé de sardina. Un mal juicio en esta etapa y te puedes arruinar la carrera que aún no comienzas. ¿Crees que en otros lados dan las oportunidades que nosotros damos?. Los pasantes no ven ni un caso sino hasta que terminan toda la carga académica.

—Padrino...

—Padrino nada. ¿Sabes de cuanto es nuestra lista de espera para pasantes?. Enorme y tu renuncias a la pasantía. ¿Cómo crees que se verá eso en tu currículo?. Si dices que renunciaste no te creerán, maldición Gabriel, creerán que te despedí y en este mundo legal, si importa lo que otros piensen de ti, de tu carrera.

Gabriel intentó en varias oportunidades responderle, pero no fue posible, así que optó por dejarlo seguir hablando.

—Ustedes van a acabar conmigo, en serio, ¿lo que quieren es cobrar el seguro de vida? Porque tengo una cláusula que nadie recibirá nada si es cómplice, autor material o intelectual o tan siquiera coparticipe de mi asesinato.

—¿Es en serio?—le susurré a Rámses, el francés se encogió pero no dudó de su palabra.

—Pensé que se habían calmado, que por fin habíamos logrado superar la maldita adolescencia sin ninguna baja, sin ningún delito mayor sin resolver, sin tener que ocultar cuerpos.

Mike caminaba por el salón, aflojando su corbata. Lo mirábamos atentos, esperando que se calmara y que Gabriel por fin pudiese hablar.

—¿Qué sigue ahora? Ya te mudaste con tu novia, renunciaste a la pasantía, Amelia abandonó la carrera y anda como loquita viendo que estudiar. ¡Quizás Rámses quiera enlistarse en la puta marina!

Mi novio torció el gesto.

—No lo haría, pero en cualquier caso me enlistaría en aviación—respondió el francés, ajeno a toda la molestia que tenía Mike.

—Los uniformes de la aviación son bellos—agregó Marypaz.

—¿En serio? Siempre te vi como parte de la Armada—meditó Jeremy—, ya sabes, combate cuerpo a cuerpo.

—Yo no estoy como loquita, yo... estoy indecisa—pero sus palabras me dieron un poco de vergüenza, pues la verdad era que hacía mucho tiempo que si me sentía bastante perdida en mi vida y hubiese querido recuperar mi confianza y determinación.

No Juzgues La Portada 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora