CAPÍTULO 36. ¿Quería el camino fácil o quería el camino difícil?

1.3K 195 60
                                    

—Vamos Beleza, cálmate un poco.

—¿Qué me calme? —estaba hipando aunque intenté disimularlo. Creo que mi mirada evitó que Gabriel me insistiese.

Rámses seguía sin aparecer.

Nadie sabía dónde estaba, a dónde pudo ir.

Tratamos de recrear cada uno de sus pasos y quedamos en el mismo punto muerto donde ya había estado yo. Rámses no entró a clases y se esfumó. Nadie más lo había visto, nadie sabía de él.

Con ayuda de Gabriel y su compañera de clases, llamamos a todos los de su salón, pero ninguno pudo ayudarnos.

Nuestra casa parecía una vez más una escena deplorable donde estábamos otra vez todos reunidos esperando noticias alentadoras y no nefastas. No ayudaba que afuera estuviese lloviendo a cantaros. Era un gran diluvio, lo que hizo que me preocupase más, las vías estaban mojadas, los accidentes eran más frecuentes con este clima.

El ambiente de preocupación era el mismo que cuando estuvimos preocupados por Hayden, así estuvimos cuando Gabriel tuvo su accidente, cuando estuvieron en medio del robo. Y sé de todas las veces que, aunque no fui testigo también le sumamos años de vida a los adultos de esta familia.

Mike paseaba de un lado al otro de la habitación, llamando a Nacho cada pocos minutos y cobrando cuantos favores policiales podía cobrar. Hayden en cambio estaba sentado en el mueble, taciturno, preocupado. Vigilándonos calladamente, monitoreando nuestra salud a distancia como si su mirada se hubiese convertido en un súper poder que medía las pulsaciones y la presión.

Gabriel no se separaba de mi lado, así como Jeremy. Johana conversaba con Fernando, repasando cada sitio al que pudiera ir Rámses, pero para este punto solo daban ideas un poco disparatadas que sabía yo que no serían el actuar de este Rámses. Quizás del anterior, del francés pedante y petulante que organizaba toques de la banda de Cólton y se juntaba con personas de muy dudosa reputación. Pero él había cambiado tanto que la probabilidad de que volviese a fugarse a otro estado para asistir a una fiesta, sin avisarle a nadie ni siquiera a su hermano, eran inexistentes.

—Tengo que hacer algo, siento que estar aquí sentada esperando no sirve de nada—murmuré a Jeremy cuando Gabriel se levantó a buscarme un poco de agua.

—¿Qué quieres hacer? ¿Rastreo su teléfono una vez más?.

—Eso es lo que me parece sin sentido. Esta familia tiene una extraña obsesión con rastrearnos y reglas muy claras sobre no apagar en ningún momento los dispositivos de rastreo. ¿Por qué solo podemos rastrear a Rámses hasta la universidad?

—Quizás se le apagó el teléfono, lo perdió—Jer quería restarle un poco de importancia, pero esa actitud me hacía enfurecer.

—¡No!—grité tan fuerte que todos voltearon a mirarme y no me quedó de otra que hacerlos parte de mi conversación.

—Rámses jamás apaga su teléfono, ¡jamás! Y primero pierde una pierna que ese aparato, lo saben.

—Quizás lo prestó...—insistió Jer.

—No, no, no—comenzaba a desesperarme, agité con tanta fuerza mi cabeza para negar esas ideas, que me mareé—. ¿Quieres saber por qué nunca se desprendería de su teléfono? Porque tiene fotos y videos míos, nuestros allí. Lo tuvieron que robar—concluí con horror.

—Demasiada información e imprudencia en una sola frase—exclamó Mike.

—Está la posibilidad de que él no quiera ser encontrado—mataría a Jeremy en ese momento y creo que todos leyeron mi pensamiento porque lo apartaron de mi lado.

No Juzgues La Portada 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora