CAPÍTULO 45. La Jefa

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2 años después

Llegué más temprano de lo pensado, pero si no salía de la oficina en ese momento no sabía si podría salir después. Aproveché la espera en el salón para revisar mi teléfono tratando de evitar de meterme en el correo.

Lo malo de adorar lo que hago, es que nunca siento que estoy trabajando.

—Sra. Vania, adelante—anunció la recepcionista y la aludida, se acomodó su ropa, pasó sus manos por el cabello y se apresuró.

El reloj marcaba las 4 de la tarde, una hora antes de lo acordado.

La chica sentada al lado mío sacó su estuche de maquillaje y comenzó a arreglarse. La mujer a su lado esponjó su cabello y arregló su escote. Volví a concentrarme en mi teléfono y traicionando mis principios revisé mis mails y llamé a Gabriel.

—Hola Mia Beleza—su sonrisa siempre se notaba a través de su voz.

—¡Vaya hasta que me atiendes!—reproché—. Acabo de ver tu correo, no puedo creer que eso haya pasado, ya di la orden de despido, hasta hoy trabajará.

—Ryan acaba de responderme y se encargará del caso, quería confirmar contigo si firmó el contrato de confidencialidad porque como te imaginas tenía acceso a demasiada información.

—Estoy segura de que si lo firmó, no se le hace ingreso a ningún personal sin eso, pero confirmaré con Mari Permond y que envíe una copia inmediatamente.

—Ryan quiere todo el expediente—pidió mi cuñado.

—Me encargaré de eso.

—Mike quiere que lideres el área en su ausencia—me soltó sin delicadeza alguna.

—No me sorprende, siempre ha querido que lo haga. Le diré a Ryan que investigue si todo esto es un ardid de Mike—reí, no me sorprendería. La idea me encantaba, pero me faltaba poco para terminar el master que me capacitaría mejor para lo que Mike quería que hiciera.

Pero algo me dice que el abogado, terco como él solo, no seguirá aceptando mi negativa.

—Ojalá lo fuese, tendría mucho menos trabajo y ya hubiese almorzado.

Me despedí de Gabriel y llamé a Mari Permond para que llevase personalmente el expediente hasta las manos de Ryan. Seguía esperando, pero ya no con tanta paciencia.

—Creo que es excesivamente corto tu vestido—le dijo la rubia mujer a su amiga pelinegra.

—No tanto como tu escote—burló pero ambas mujeres terminaron riéndose.

Miré a la recepcionista y ella rodó los ojos y negó con la cabeza. Creo que estaba acostumbrada a esto. Las mujeres me miraron extrañadas, quizás esperaban un escote de mi parte o que me apresurara a pintar mi boca; o quizás era mi cabello multicolor y mi brazo derecho completamente tatuado lo que las hacía mirarme.

—Nelly, no puedo ingresar al sistema de citas, ¿puedes darle una a Vania para dentro de 30 días? Cita de seguimiento postoperatoria.

La secretaria asintió y con una sonrisa se puso manos a la obra.

Las pacientes que estaban esperando se irguieron en cuanto vieron al doctor y desplegaron enormes sonrisas mientras batían sus pestañas.

—Llegas temprano, estoy muy seguro de eso—cruzó sus brazos sobre su pecho y la tela de su bata se tensó como si pudiese romperla.

Algunas respiraciones desaparecieron de la diminuta sala, otras se aceleraron, incluyendo la mía.

—Puedo esperarte, no tengo problemas—respondí y las presentes miraban alternadamente entre el doctor y yo.

No Juzgues La Portada 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora