CAPÍTULO 46. Algo eterno

1.7K 183 146
                                    

2 años después

No podía creer que este momento hubiese llegado.

Mis manos frías y sudadas sujetaban con fuerzas el ramo de flores, temía que se me resbalara en medio del pasillo.

Liam, ahora con 12 años, lucía un traje negro y corbatín azul, con el cual peleaba. Odiaba vestirse elegante pero se veía adorable, como todo él. Lo vi revisar sus bolsillos una vez más, siempre con el mismo terror de haber botado los anillos.

Demasiados años duramos comprometidos, demasiados años alargamos la fecha, siempre con una buena causa. Primero que Rámses terminara de graduarse, luego el fallecimiento de mi abuela, en fin, mucho recorrimos para este momento. Pero por fin a mis casi 31 años, caminaré al altar para dar ese ansiado Si a mí prometido.

Y pensar que casi nos casamos hace dos años en Las Vegas cuando nos improvisamos aquel viaje. La idea había sido muy buena para cuatro chicos muy ebrios. Aun no recordamos quien lo había propuesto, pero si sabíamos que fue Pacita la que consiguió los vestidos en la tienda de segunda mano. Las dos nos presentamos en el pequeño altar, mientras nuestros muy borrachos prometidos esperaban ansiosos y tan risueños como nosotras.

Si yo no hubiese vomitado parte del alcohol en los zapatos de Gabriel, pude haber terminado casada con Rámses esa noche; pero ni con todo el vómito del mundo Gabriel y Marypaz se escaparon de esa improvisada boda.

No sé por qué eso había sido algo que esperaba de ellos, quizás porque su relación siempre fue así, vivida al borde del momento, con locura, con arrebatos, con insensatez. Ellos eran dos fuerzas que no podían escapar de sí misma, que cuando intentaban hacerlo, y vaya que lo habían intentado en todos los años, terminaban volviendo con más intensidad que antes.

Así que Gabriel y Marypaz se casaron en una pequeña capilla de Las Vegas, y luego tuvimos la noche más alocaba que habíamos tenido.

Conocí al bizcocho y al melocotón que tanto temía Mike.

Borrachos como estábamos, nos había parecido genial la idea de tener relaciones en una plaza,cada pareja en un extremo, pero no estábamos tan cubiertos como creíamos. De allí subimos al auto apurados cuando los vecinos intentaron hacer un arresto ciudadano por nuestra indecencia, no nos importó que Marypaz hubiese perdido uno de sus zapatos en la corrida. Pero estábamos borrachos, así que chocamos el auto rentado y se incendió, por accidente por supuesto, no tenía ni idea de que esas cosas podían ocurrir fuera de las películas, pero si ocurren.

Lo dejamos allí abandonado, ¿Qué más podíamos hacer?, y entramos al casino más cercano que conseguimos con la intención de retirar un poco de dinero del cajero para comprarle zapatos a Marypaz, un suéter para mí que también se quedó en aquella plaza y pagar el taxi hasta nuestro hotel. Pero una cosa llevo a la otra y ocasionamos que el casino fuese evacuado de emergencia para evitar que metieran preso a Gabriel por esa acusación absurda de contar las cartas o a Rámses por pelearse con aquella máquina, tuvimos que huir de la policía y terminamos en un seminario, lleno de curas y monjas, bebiendo y jugando a strippoker mientras entendíamos que detrás de las sotanas y los hábitos había personas normales. Fueron tan amables que le prestaron unos zapatos a Marypaz y nuevamente nos pareció una genial idea disfrazarnos de monjas, para cumplir una fantasía bastante rara de los chicos. Allí pasamos la noche, teniendo más sexo rodeados de figuras de Dios y cruces, seguros de que estábamos profanando el lugar, como nos dijo el cura que nos consiguió a Rámses y a mí en medio del cáliz y el altar de la Virgen María.

Nunca me habían pedido que me marchara de un sitio con tanta amabilidad.

No entiendo cómo nos terminó deteniendo la policía si técnicamente eran dos chicos caminando con dos monjas, pero algo sospechoso tuvieron que ver en nosotros para que decidieran llevarnos hasta la comisaría más cercana.

No Juzgues La Portada 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora