Es el gran enemigo principal de las aldeas.
Sanguinario y despiadado es aquella Bestia que ronda por las noches y los días, pero todo cambia cuando conoce a la chica del futuro que llegó del pozo de los deseos. Dicen que es la salvación. Y tal vez...
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Capítulo 10:
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Entre las sombras de la noche y la maldad de su corazón, Yako se esconde, vigilando a su presa.
Tan débil, tan indefensa. Una pequeña cachorrita llena de miedo.
Se les ha hecho tarde y la noche llegó consigo. La pequeña Rin y Kagome tienen que encontrar un refugio antes que escuchen o vean a la Bestia y acabe con sus vidas.
El terror se ha hecho presente más en la niña que en la mujer de la otra era, no ha visto en persona a esa terrible Bestia.
—¡Tenemos que buscar refugió!— dijo la niña mirando al rededor alerta para cerciorarse si la Bestia anda suelta. —¡Estamos en peligro!
Kagome también observó el lugar pero ella no tiene miedo, escucha el crohar de las ranas, el viento soplando y los grillos cantando. Todo se ve tranquilo que ella no le ve la necesidad de esconderse, sin embargo accede por el terror que Rin posee, mordiéndose las uñas.
—¿Dónde nos escondemos? Sólo hay árboles muy altos y no sé escalar.
—¡Busquemos una cueva!
Dudaba qué hubiera alguna cerca sin embargo valía la pena intentarlo aunque eso signifique desviarse del camino. Ambas se agarraron de las manos y huyeron corriendo.
Mientras Yako le sigue sus pasos muy de cerca sin que lo noten.
La respiración de la chica es agitada, el agotamiento que le provoca las subidas empinadas y pedregosas. Corrían y corrían hasta que a lo lejos encontraron una cueva, algo fría y oscura que pone los pelos de punta. Pero es mejor sitio que estar afuera.
—¿En serio estaremos ahí dentro?
—Si. ¿O quieres morir?
Kagome se quedó muda pensando.
«Efectivamente quiere morir»
Sin embargo no se atreve a decirlo.
Entraron a la cueva.
Kagome trata de estar alerta pero la oscuridad es casi absoluta que es difícil caminar. Pierde el equilibrio y cae al suelo, raspsndose las rodillas quejándose por el dolor, resbalaba una sustancia viscosa, sangraba y no tenía con que limpiarse.
—¿Estás bien?— asustada porque no pudo detener la caída.
Kagome intenta aguantar el llanto, pero por dentro no lo soporta, y peor aún le teme a la sangre, se siente afortunada que no puede ver aquel líquido rojizo hubiera entrado el pánico.
Por la mañana sería más que una mancha café producida por la oxidación.
Con dificultad se ha levantado.
—No te preocupes, me encuentro bien, sólo fue un raspón.
—¿Te duele?
—No...
—Mi abuelita me enseñó de plantas medicinales, mañana te pondré una hierba que es muy efectiva.
—¡Gracias!— intenta sonreír
No sabe de qué hablar así que permaneció callada, mirando el cielo, han pasado varias horas y la pequeña Rin ya cayó rendida. Duerme plácidamente. Mientras que la chica no puede hacerlo. No sabe por qué, tal vez es porque su mente juega con lo que vio aquella noche y no puede evitar recordar aquel hombre de cabello plateado y desnudo. La curiosidad es mala enemiga y lo sabe perfectamente, porque si no lo hubiera visto tal vez no sintiera la sensación de buscarlo y tocarlo.
«¿Qué me está pasando?», pensó preocupada. «Debería recordar Hoyo que es el amor de mi vida y en como regresar a casa».
Era sumamente insano lo que sentía, porque pensar en un extraño hace daño. Experimentar el deseo es enfermizo, sintiéndose una pervertida viendo porno en vivo.
Esta vez el letargo la está agotando, poco a poco sus ojos se cierran lentamente, cayendo hasta lo más profundo del sueño REM.
Y la bestia está ahí mirando...
Acosando...
Deseando...
Oliendo la sangre oxidada de la rodilla y aún así quiere lamer.
Saborear...
Deborar...
Matar...
Sesshomaru escondido tiene también sensaciones que se apoderan de su mente, su cuerpo lo que desea es muy diferente a lo que la Bestia está buscando. Lo que más desea Sesshomaru es.
Tocar...
Besar...
Coger...
Pero la humana no sabe nada, ella simplemente quiere, desaparecer.
La muerte es lo que más desea.
Esta vez la Bestia jugaría con la mente de la humana, tiene tanto poder a tal grado que puede manifestarse en otras mentes, jugar con ellas provocando un terror psicológico. Es la manera como se divierte Yako.
La pobre humana ha caído en su trampa, un sueño se ha presentado para dejarla vulnerable, mientras Yako lame sus heridas.
Un sueño erótico...
Y es la primera vez que la humana experimenta el deseo sexual en su máximo explendor.
No puede escapar de sus propios instintos lascivos. Podría gemir entre sueños.
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