Capitulo 2

100 7 0
                                    

Cristianno


Noté cómo su cuerpo se aflojaba entre mis brazos, como sus pies descalzos tocaban el suelo pero no la mantenían, cómo sus manos atrapaban la tela de mi jersey y la estrujaban en un puño que friccionaba mi piel. Me hería, pero no me importaba.

Kathia cerró los ojos.

Los apretó con fuerza mientras un par de lágrimas se le escapaban por la comisura y le perfilaban la sien. Temblaba, se convulsionaba con tanta fuerza y respiraba tan perturbada que terminó por aterrorizarme. Jamás creí que pudiera ver a alguien tan herido.

Fue aquel escalofriante grito que profirió lo que terminó de destruirme. Kathia chilló y ese alarido se propagó en la madrugada, desgarrándome.

—Kathia... —sollocé al estrecharla contra mí.

Quise protegerla, quise creer que podría borrar ese dolor, pero estaba equivocado.

Me empujó con tanta violencia que incluso a ella le costó mantener el equilibrio. La fuerza del gesto la obligó a gritar de nuevo y a aniquilarme con la mirada.

Esperaba aquella reacción en ella, pero la imaginación distaba mucho de la realidad y, por mucho que yo lo hubiera pensado, jamás creí que llegaría a sentirme de esa manera. Kathia me había declarado su odio tal y como había sabido desde el instante en que decidí llevar a cabo ese maldito plan. Y lo merecía. Dios, lo merecía. Aunque no me arrepintiera de nada...

Me mantuve cabizbajo, asimilando todo el dolor y el rencor que habitaba en el corto espacio que nos separaba, pensando que sería muy difícil encontrar una solución.

No estaba preparado para perder a Kathia. Di un paso al frente.

— ¡No! —me ordenó.

No quería que me acercara a ella y eso me detuvo tan de súbito que tuve la sensación de haberme estampado de bruces contra un muro.

Mi cuerpo se estremeció. De pronto fui más niño que nunca. De nada servía la experiencia, tener más o menos conocimientos, saber disparar un arma. Todo se reducía al amor que sentía por ella. El mismo amor que de no haber existido, no habría provocado tal situación... Debería haber sido más listo. Debería haber evitado nuestra relación desde el primer momento en que volví a verla. Solo así le habría ahorrado todo aquel dolor.

Me llevé la mano a la cabeza en un gesto desesperado. No lo soportaba, tenía que encontrar el modo de acabar con todo aquello. Me abalancé sobre ella al tiempo en que se desplomaba en el

suelo con brusquedad.

El llanto se desató entre gemidos asfixiantes y sacudidas rudas. Era probable que si la tocaba me ganaría su ira, pero me dio igual. Tenía que hacer que menguara aquel tormento como fuera. Me arrodillé junto a ella capturando sus manos con rapidez. Kathia se opuso con negaciones violentas, pero terminó desistiendo en cuanto me aferré a su cuerpo. Traté de ser todo lo

delicado que podía en una situación como aquella y terminé por sentarla en mi regazo y pegarla por completo a mí. La abracé con tanta intensidad que apenas fui capaz de respirar.

Cerré los ojos. Kathia sollozaba en mi cuello y se apretaba a mí con desesperación y agonía. Llegó un momento en que no sabía si esas sensaciones las ponía ella o yo. Ambos temblábamos, ambos nos habíamos enganchado el uno al otro y no nos parecía suficiente. No bastaba.

Gimió mi nombre entre lágrimas. Lo repitió una y otra vez como si de esa forma comprendiera que me tenía de verdad, que estaba allí entre sus brazos. La herida que le habíamos hecho tal vez nunca llegaría a curarse.

Pero dejé de pensar en todo esto en cuanto noté cómo su cuerpo se aflojaba hasta la inconsciencia. Kathia acababa de desmayarse sobre mi pecho. Su cabeza se desvió y la inercia me acercó a sus labios. Los toqué, durante unos segundos la tuve al alcance de unos insignificantes milímetros.

—Kathia... Kathia —la llamé, pero ella no despertaba. Y yo perdía el control a cada segundo que pasaba.

Miré hacia el horizonte. La carretera y la madrugada se abrían ante nosotros.

4. DesafioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora