Capitulo 41

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Kathia


—¿Todavía me retorcía de dolor y confusión en el suelo cuando decidí moverme. Notaba algunos cristales sobre mi piel y el escozor típico de unos rasguños. Los sacudí obviando las molestias y supe que no me importaría hacerme aún más daño si con ello lograba aprovechar la emboscada para escapar. No sabía qué demonios había ocurrido, pero no me importaba. Tenía que salir de allí, aquel era el mejor momento.

Empecé arrastrándome por el suelo. Primero con dificultad y luego un poco más hábil. Me zumbaban los oídos por la explosión, era pura torpeza y confusión. Puro trastorno en mitad de un caos mucho mayor. Ese estallido que había engullido buena parte de la sala se había instalado en mi cuerpo.

Tiros, gritos, golpes... Todo dándose a mi alrededor. Alguien se enroscó a mi tobillo.

—¿Adónde... te crees... que vas? —balbuceó mi captor.

De nada sirvió darle una patada. Se me aferró con mucha más fuerza.

Así que me hice con un trozo de cristal y sin pensarlo me di la vuelta y se lo clavé en el cuello. Fue entonces cuando vi cómo la casa estaba siendo tomada. Aquellos intrusos entraban por todas partes. Llevaban unas máscaras con las que se cubrían el rostro y terminaban con todo aquel que se moviera.

No tenían intención de dejar a nadie con vida.

Me estremecí con solo mirarles, momento en que debería haberle hecho caso a mi sentido común y salir de allí cagando leches. Pero mi cuerpo se bloqueó al ver cómo una figura masculina se detenía en el centro de aquella sala, a unos diez metros de mí. Debía de ser el cabecilla.

Su cuerpo tenso retando la hostilidad de su entorno y su atención fijada en un hombre que desde el suelo le pedía clemencia.

El enmascarado ladeó la cabeza al tiempo en que mi corazón se disparaba. Me resultó un gesto de lo más aterrador, pero no sabría del auténtico contexto de aquella palabra hasta que le vi agacharse y cortarle el cuello al tipo.

Lo hizo con inquietante lentitud, como si estuviera disfrutando del ensañamiento. La sangre borboteó furiosa de la herida y también de la boca al intentar coger aire. Trepidó unos segundos antes de morir y lo hizo con la mirada fija en su asesino.

Después, el enmascarado... me miró y yo contuve el aliento bruscamente. Todo se silenció. Solo pude prestarle atención a aquella mirada... extraordinariamente azul. Mi vientre se contrajo, sentía

una extraña conexión con aquel hombre. La insólita sensación de estar en casa, de deseo incondicional que solo había sentido por Cristianno. Por eso me negué a experimentarla y comencé a arrastrarme de nuevo por el suelo notando como algunos cristales me raspaban las piernas.

Tomando impulso me levanté y eché a correr importándome una mierda que estuviera en ropa interior. Ya tendría tiempo de preocuparme después por eso. Lo único que me importaba era sobrevivir.

Por primera vez en semanas, quería vivir. Necesitaba volver a ver a Cristianno.

Un pasillo me llevó a otro, y después a otro. Aquella maldita casa era un bonito laberinto que no parecía tener salida. Alguien me seguía. Primero lo supe por el escalofrío que me sobrevino mientras corría. Después porque escuché unos pasos cada vez más cercanos. Era realmente hábil.

Intenté abrir una puerta. Nada. Intenté con otra. Nada.

Cada vez le tenía más cerca. Hasta que de pronto una tercera puerta cedió y entré lamentándome enseguida. Acababa de encerrarme en un dormitorio.

4. DesafioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora