capitulo 57 (Fin)

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Kathia


Inestabilidad.

Eso era lo que sentí en el momento en que llegamos a la Piazza dell' Esquilino y bajé de la limusina. Cientos de personas se pusieron a gritar acaloradas, como si yo fuera una especie de ídolo o algo parecido, y la prensa empezó a hacer su trabajo verdaderamente entusiasmados. Los alrededores de la basílica Santa María Maggiore estaban completamente atestados de gente. Y mientras tanto yo hacía malabarismos para no desplomarme en el suelo delante de todos ellos.

—No puedo respirar... —gemí al borde del colapso, apoyada en Enrico.

Minutos más tarde me encontraba sola en un cuarto que había al final del pasillo del interior de la iglesia. Se suponía que nada más llegar debería haberme aferrado al brazo de Angelo y haber hecho el paseíllo hasta el altar, pero resultó que el Carusso no quería que desfalleciera en el camino. Eso habría sido muy ridículo, claro.

Así que allí estaba, intentado aprender a respirar mientras le suplicaba a mi cuerpo que se normalizara y dejara de asfixiarme con mis miedos. Notaba el calor de los rayos de sol acariciándome los hombros.

«Confío en ti, Cristianno. Confío en ti.»

Merecía la pena... Siempre la había merecido. Desde el primer día.

«No puedes llorar ahora, Kathia», me dije apretando los ojos. De pronto, percibí un aliento que no era mío.

Me di la vuelta, estremecida y con el corazón latiéndome en la boca.

—Dios mío... —ahogué una exclamación al tiempo en que tropezaba con una mesita que había cerca—. ¿Qué estás haciendo aquí? ¡Es peligroso! —exclamé entre jadeos antes de que Cristianno se abalanzara sobre mí.

—No me importa... —suspiró entre beso y beso.

Se hizo con el control de mis labios y de mis pulsaciones mientras mantenía todo el peso de mi cuerpo entre sus brazos. Cristianno se dio cuenta de que si no me sostenía, me desplomaría. Y también de la falta que me hacía su completa cercanía.

—Has perdido la cabeza... —jadeé cuando deslizó sus besos a mi cuello.

Maldije que el vestido no me dejara sentir la presión de sus dedos en torno a mi cintura.

—Escúchame... —gimió antes de apartarse de mi boca. Aquella mirada que encontré en él me robó el aliento—. Es estúpido que lo pregunte, pero necesito...

—Te quiero. —Súbitamente, toda mi piel se estremeció tras la confesión. Los ojos de Cristianno

titilaron. Supuse que esperaba una respuesta similar en mí, pero no imaginó que ni siquiera le permitiría terminar de hacer la pregunta—. Contra todo pronóstico. —Cogí su preciosa cara entre mis manos—. Pase lo que pase. —Él cerró los ojos y apretó los labios al tiempo en que suspiraba.

Fui consciente de que no se lo había dicho en todo ese tiempo. Quizás por eso le impresionó tanto.

—Procura no otear las sombras —me susurró en los labios—, caminaré contigo.

Aquella iglesia estaba atestada de enemigos. Si alguien le descubría allí, estábamos acabados. Semejante locura me pondría las cosas más sencillas a la hora de caminar hacia el altar, pero también me asfixiaría. Cristianno no solo me vería dar el "sí, quiero" a Valentino, si no que estaría en peligro.

—No... —Algo en mí se contrajo.

—Cállate —me interrumpió con un beso—. Esto se acaba, ¿me has oído? Se acaba. —Temblé.

—Confío en ti... Confío en ti... —jadeé completamente pegada a él.

De pronto, toda la retorcida calma que experimenté con su presencia se esfumó. Alguien estaba a punto de entrar en aquel cuarto y nos descubriría allí, juntos. Empujé a Cristianno tras un biombo al tiempo en que la puerta se abría y me mostraba a Valentino.

Contuve el aliento mientras el corazón se me estrellaba contra las costillas y rogaba que él no notara mi descontrol. El Bianchi me hizo una silenciosa inspección con la mirada antes de ponerse a caminar hacia mí.

Dejé caer los brazos. Por primera vez, Cristianno, Valentino y yo compartíamos el mismo espacio.

—¿No trae mala suerte ver a la novia antes de la boda? —comenté intentando sonar indiferente.

No sé hasta qué punto lo logré.

Valentino se colocó enfrente, a muy pocos centímetros de mi cara, y torció el gesto.

—Tú y yo nunca tendremos mala suerte, Kathia —espetó medio sonriente. Después acercó una mano a mi mejilla y la recorrió hasta que su dedo pulgar se posó sobre mis labios—. Se te ha corrido el carmín. —Aquel comentario fue como recibir un puñetazo en el estómago. ¿Se habría dado cuenta de que Cristianno acababa de besarme? No lo sabía, pero me complicó demasiado pensar en otra cosa al verle entrecerrar los ojos—. Te espero en el altar.

Creí que verle marchar me proporcionaría unos minutos con los que poder tranquilizarme, pero me equivoqué. Porque enseguida entró Angelo Carusso.

Había llegado la hora.

58







Kathia


—Bueno, Kathia, aquí estamos —dijo Angelo mientras caminábamos por el pasillo. Él, con una sonrisa orgullosa en la boca. Yo, con la mano apoyada en su brazo y la tensión golpeándome el vientre.

—Así es —resoplé.

—Has cumplido maravillosamente bien tu función...

—Lamento no compartir tu alegría —mascullé apretando los dientes.

Angelo pretendía que perdiera el control, que su supremacía me desbordara y terminara conmigo. Pero no lo conseguiría. Enrico estaba allí, Cristianno estaba allí, todo su equipo estaba allí. No estaba sola, no tenía nada que temer, eso mismo me había dicho Thiago.

«Confío...»

Y si de verdad lo hacía, debía levantar la cabeza y enfrentarme a ese momento fuera como fuera.

Por muy difícil que me pareciera.

—Yo lamento que esto me haga disfrutar tanto —añadió el Carusso colocándose delante de la gran puerta por la que entraríamos a la iglesia—. Gracias, Gabbana —comentó mirando al frente.

Me permití mirarle de reojo, pero contuve mi odio. No debía dejarlo expandirse en una situación como aquella. Aun así, lo percibí subiendo y bajando por mi garganta. Pero no era odio... sino desolación.

No sabía que podía llegar a existir un mundo tan devastador como el nuestro.

A partir de ese momento, todo lo que me deparara el mañana ya no dependía de mí. Valentino Bianchi tendría mi vida en sus manos.

Lentamente, se abrieron las puertas.

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⏰ Última actualización: Mar 31, 2022 ⏰

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