Capitulo 17

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Kathia


—No has probado bocado. Debes comer algo... —dijo Giovanna mientras cerraba la puerta de mi habitación tras de sí.

—¿Tú lo sabías? —pregunté cabizbaja. Giovanna ahogó una exclamación.

—Kathia...

—¿Lo sabías? —repetí incisiva. Y le clavé una mirada cruel.

—Si lo hubiera sabido no habría echado a Mauro de mi vida —lo dijo arrastrando demasiada consternación. Una desolación que no me creí.

Torcí el gesto y me levanté de la cama dejando que una sonrisa siniestra asomara por mis labios. Estaba intimidándola con mi cercanía, pero la Carusso no se dejó doblegar y resistió que mis ojos le mostraran el poco respeto que sentía por ella en ese momento.

—Mientes —gruñí y me detuve a contemplar su reacción.

El lenguaje corporal no mentía. Giovanna tembló y supe que lo hacía porque no sabía muy bien cómo enfrentarse a mí en una situación como aquella. Era pura inestabilidad. Estaba dispuesta a cualquier cosa.

—¿Eso crees? —Vaciló, pero se mantuvo firme. Curiosamente era una de las cosas que más me gustaban de ella.

—Así es.

—Creo que he hecho méritos para ganarme tu confianza —se defendió con razón—. No entiendo por qué dudas de ella ahora.

Cogí aire.

—Principalmente porque no tengo ni idea de por qué lo haces.

—¿Hacer qué?

—Estar aquí, apoyarme. Seguirme. —La protesta mostró más vulnerabilidad de la que estaba dispuesta a enseñar.

Giovanna tragó saliva después de enviarme una mirada comprensiva. Supo que necesitaba respuestas y yo supe que no me las daría de inmediato.

—Será mejor que descanses... —aventuró antes de darse la vuelta y encaminarse a la puerta.

La seguí y apoyé una mano en la madera, impidiéndole así la salida. Ella se sobresaltó por mi arrebato.

—Si sales por esa puerta, juro por mi vida que amargaré tu existencia —gruñí—. No tengo nada que perder, Carusso.

Cerró los ojos, se llevó una mano a la boca y constriñó la zona en un gesto desesperado antes de agachar la cabeza.

Fuera lo que fuera lo que iba a decirme, debía de ser muy duro para ella. Pero eso no podía ni debía echarme atrás. La Carusso hablaría, por las buenas o por las malas. No saldría de allí hasta que me contara la verdad de su importante presencia en mi vida.

—Angelo asesinó a mi padre. —Una confesión dura y penetrante. No sé cómo pude disimular el escalofrío que tuve.

—No, fue Silvano. —Fruncí el ceño.

—Te equivocas. —Me corrigió algo más preparada para hablar que hacía unos segundos—. No trato de defender a un Gabbana, pero la realidad es que Silvano solo le hirió.

Se guardó las manos en los bolsillos traseros del vaquero, se giró y comenzó a dar pasitos hacia el interior de la habitación.

—Nadie comprendía por qué demonios se había originado un fuego, simplemente empezó a engullir el salón y a extenderse por el vestíbulo —explicó sin darse apenas tiempo para respirar—. Todo era un maldito caos, te maldije —dijo entre dientes al mirarme de súbito. Algo en mí se contrajo. Me envió de vuelta a la noche en que se dio el tiroteo en la mansión—. Te vi caer de ese coche y lamenté que al estrellarse contra el árbol no hubieras muerto. Pero resultó que me equivocaba al pensar que estaba en el bando correcto.

4. DesafioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora