Capitulo 47

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Sarah


Al despertar fui rápidamente consciente de dos cosas: me había quedado durmiendo con el mensáfono en la mano y Enrico me observaba desde el sillón con una atención que no tardó en exaltarme.

Muy nerviosa, me incorporé de golpe y enseguida retoqué mi cabello esquivando sus poderosas miradas. No era bueno que aquella cantidad indecente de sensaciones me asolara recién levantada y eso me llevó a preguntarme cuánto tiempo llevaba allí sin que yo me hubiera dado cuenta. La chaqueta de su traje estaba tirada sobre la mesa junto a su corbata. Llevaba la camisa entre abierta y no tenía el calzado puesto, así que eso fue un buen indicador. Quizá llegó en mitad de la madruga... Dios, era mejor no saberlo.

—¿Por qué me miras así? —pregunté de súbito.

Enrico empeoró la situación al acomodarse aún más en su asiento y saborear las vistas. Maldita sea, ¿tenía que ser tan condenadamente erótico en todo?

—Porque eres preciosa y no creo que puedas evitarlo. —Fue bonito disfrutar del oxígeno entrando en mis pulmones mientras pude.

Empalidecí, estuve segura de ello al notar el ligero vaivén en mi cabeza.

Tragué saliva. Todavía no me acostumbraba a compartir aquella intimidad con él.

—¿Cómo está Kathia? —dije cabizbaja y un tanto ahogada.

La noche anterior me había enviado un escueto mensaje al mensáfono informándome de que la situación había sido controlada y eso bastó para tranquilizarme, pero no me explicaba todo lo demás.

—A salvo, con Cristianno —comentó Enrico—. Vienen de camino, no te preocupes.

¿Y tú...? ¿Cómo estás tú? —Él era su hermano, no quise ni imaginarme cómo habría vivido el hecho de que Kathia estuviera en peligro lejos de su alcance.

Pero Enrico no contestó. Se levantó del sillón, guardó las manos en los bolsillos de su pantalón y empezó a caminar.

—Necesito un café —dijo antes de salir del salón.

Verle de aquella manera, caminando tan cómodo y relajado, hizo que de pronto nos imaginara en aquella casa por otro tipo de circunstancias. Tal vez viviendo en ella o pasando un fin de semana romántico, no lo sé. Pero desde luego no porque él estuviera protegiéndome debido a que mi vida y la de nuestro hijo corrían peligro.

Sentí nostalgia y también algo de tristeza por no poder tener la oportunidad de estar viviendo una

relación normal a su lado. Aun así, por encima de todos aquellos problemas que nos rodeaban, me sentí agradecida de que él, consciente o no de ello, me hubiera enseñado un sentimiento tan extraordinario. Me recompensaba amarle.

Con una sonrisa tímida en los labios, le seguí hasta la cocina y detuve su tarea arrebatándole el paquete de café de las manos. Me permití acariciarlas un instante e incluso enviarle una mirada cómplice.

—Déjame a mí... —balbuceé al tiempo en que él sonreía y se apartaba un poco para observarme. Preparé la cafetera, encendí el fuego y la coloqué sobre el fogón.

—¿Sabes qué pensé cuando te vi por primera vez? —Me tembló la respiración antes de mirarle

de reojo. Me humedecí los labios preparándome para oír su voz de nuevo—. ¿"Y ahora... qué hago con estos sentimientos"?

Ahogué una exclamación. La saliva se me amontonó en la boca y por poco me atraganta. Enrico no hablaba de sus sentimientos, que acabara de decir aquello significaba mucho.

4. DesafioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora