Capitulo 1

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Kathia


Todo sucedió muy rápido.

El dolor que se extendía por mi pecho tras el brusco impacto, la violenta sacudida que me produjo el contacto, la enloquecedora ausencia de aire en mis pulmones, la rapidez con la que mi mente identificaba a la persona que me mantenía en pie.

Y después...

...la absoluta exaltación.

Un éxtasis devastador y salvaje que me arrastró a los días en que creí saber quién era.

La primera vez que vi a Cristianno Gabbana, tras varios años fuera de Roma, me sentí insólitamente desafiada. El suelo tembló bajo mis pies, pensé que en cualquier momento se abriría una zanja y me engulliría... Pero no sucedió de ese modo, no fue una experiencia literal. Todo siguió su curso mientras yo me quedaba más y más atrapada en él.

Supe que, de algún modo, eso que sentí, esa energía visceral, sería eterna. Cristianno lo controlaba todo de mí, aun sin que él fuera consciente de ello.

Y no. No era el frenesí de la adolescencia. No era un sentimiento pasajero ni resultaba exagerado amar de esa manera. Era la realidad. Mi corazón siempre albergaría ese amor y probablemente conviviría con él aunque no fuera correspondido o compartiera mi vida con otro hombre. Incluso si Cristianno apenas formara parte de un bonito recuerdo de mi juventud.

Pero entonces resultó que él amaba de la misma forma que yo, y eso lo cambió todo. Me cambió a mí y se convirtió en el centro de mi universo, aun cuando creyera que ya solo existía en mi mente.

Había caído en un bucle de destrucción, de dolor, de miedo. Había comprendido que ya no me quedaba nada, que viajaba a la deriva por un sendero de emociones corrosivas, obligada a vivir una vida que ya no deseaba. Aunque en mi fuero interno me hablara mil veces de aferrarme a la venganza ni siquiera esto era suficiente, no me valía porque no habría un Cristianno esperando al final del camino... No le devolvería a la vida.

Sin embargo, con la misma rapidez con la que me arrebataron lo que más amaba, esa certeza se desvaneció. La muerte ya no tenía sentido y el dolor de la pérdida y la ausencia fue sustituido por la enajenación.

Sentí unos hirientes escalofríos bajando y subiendo por mi espalda, el vello de la nuca erizado, una desagradable sensación de frío y calor al mismo tiempo. Inestabilidad, estupefacción, desconcierto. Jamás había experimentado una mezcla de sensaciones tan desquiciantes. Ni siquiera

la noche en que le vi morir.

Aquello no era real. ¡No podía serlo!

No estaba preparada para considerar la posibilidad de que Cristianno estuviera vivo. Coquetear con estupefacientes había terminado pasándome factura. Tanto que quizás se trataba de una alucinación. Era de sobra coherente que algo así pudiera sucederme, ¿no?

Pero, a veces, algo extraordinario puede pasar y superar la lógica más precisa. Solo a veces, la existencia que se vive no tiene por qué ser verdaderamente cierta. Aquella impresionante mirada azul que me recorría, que me absorbía y enloquecía era una buena prueba de ello.

Las fantasías no tienen en cuenta esta intensidad, no pueden embriagarte de realismo, y terminé por convencerme en cuanto oí su voz. Su aliento resbaló por mis labios como una caricia invisible.

Le tenía de nuevo. Tenía a Cristianno. Muy cerca de mí.

Me tambaleé. De pronto, no reconocí mi existencia, las piernas no me respondían y comenzaron a hormiguearme con un vigor que casi quemaba. Fue Cristianno quien evitó que cayera y quien propagó un influjo de adrenalina por todas mis arterias. Iba a explotar en mil pedazos, en cualquier momento.

Un jadeo me abrasó la garganta y me laceró en lo más recóndito.

Cristianno me observaba aterrado. Sus manos temblaban en torno a mi cuerpo, su pecho se estrellaba contra el mío, descontrolado, y perdí la poca fuerza que me quedaba al mirar su boca, al recordar las veces que la había besado. Eran los mismos labios que prefirieron ocultarme que continuaba con vida, los mismos que habían consentido la peor mentira que jamás alguien pudiera darme.

Miré al cielo e intenté respirar.

Su supervivencia le devolvía el sentido a mi vida. Pero... detesté profundamente que así fuera.

4. DesafioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora