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❝𝑨𝒍𝒆𝒙 𝑴𝒖̈𝒍𝒍𝒆𝒓❞
Bebí del café acurrucada sobre la silla, hace una hora que me había despertado y salí en cuanto antes de esa tienda, estaba tremendamente feliz, muy, muy feliz, no sabia que había pasado, lo único que tenía claro era que dejaríamos de ser desconocidos.
El simple hecho de ser su amiga era demasiado para alguien como yo, para una chica enam.... para una chica que le gusta un chico. Porque Levi Ackerman me gustaba, y mucho.
En cuanto abrí mis ojos y lo vi a mi lado mis mejillas se ruborizaron a más no poder, así que casi salí huyendo de ahí a pesar de que no estábamos haciendo nada malo. Era la primera en estar afuera, aún no salía el sol y estaba segura de que faltaban minutos.
—¿Tienes agua?
Respingue y derramé el café sobre mí, me puse de pie observando el desastre que hice.
—¡Lo siento!
—Tonta no te disculpes— ¿Cuándo se acercó? Sacó un pañuelo de su bolsillo e intento arreglar mi desastre— ¿Te quemaste mucho?
—No, nada.
Retrocedí sujetando el pañuelo, agradecí y ocupe otra silla.
—Aquí hay más.
Señale la tetera, confundido asintió pero ahora había un nuevo problema ¿Cómo demonios le hablaría? Ocupo una silla a mi lado.
—¿Nadie se ha despertado?
Negué bebiendo un pequeño sorbo de café.
—Hay café para todos.
Asintió sin prestarme mucha atención, observe a mi alrededor, como lo dije, el sol justo hacía su aparición, más tarde el calor sería infernal.
—¿A qué hora nos iremos?— pregunte curiosa sin dejar de observar a mi alrededor.
—¿Acaso ya no quieres estar aquí?— preguntó un poco burlón—. Según Hange será a medio día pero conociéndola será ya tarde.
—Ya veo...
Bebí otro sorbo acurrucandome por segunda vez en otra silla, la mañana está fría y el café era impresionante.
—No debiste salir tan temprano— gire a verlo atenta, bebió un sorbo de lo que sea que se haya preparado y continuo— podrías pescar un resfriado.
—No quería seguir molestando— murmuré mirando mi termo, mis dedos repiquetearon el termo delatando mi nerviosismo— a-ademas estabas dormido y no quería despertarte.
Era la primera vez en la vida que lo veía dormido, y ¡Dios mío! Era como ver a un ángel descansando, si despierto era hermoso, dormido era precioso, una belleza fuera de este mundo.
Lo mire de reojo y note que había desviado la mirada, pero mis torpes ojos lograron ver algo más que sin duda hizo que mi mandíbula hiciera un hoyo en la tierra.
