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❝𝑨𝒍𝒆𝒙 𝑴𝒖̈𝒍𝒍𝒆𝒓❞
El click de la puerta hizo que mi cuerpo reaccionará, esta era mi realidad, mi estúpida realidad, esa mujer era mi copia. No era tan tonta como lo aparentaba, ella era mi réplica, me he visto millones de veces frente al espejo y considero que son las suficientes para darme cuenta de lo que tenía frente a mi.
Así que de ella saque las curvas ¿Ah? Conciencia estúpida eso no importa.
Porque si, ella era idéntica a un reloj de arena pero sin exagerar, ni mucho ni poco, lo suficiente para notarse y baja de estatura, por los tacones me supera al menos cinco centímetros.
De pronto el aire comenzó a ser insuficiente para mi, ella dio un paso y yo retrocedí, papá se interpuso en su camino.
—Ni se te ocurra acercarte Miriam.
—Haz hecho las cosas mal Elias— respondió de inmediato— ¿Alex? ¿Enserio le pusiste ese nombre a la niña? ¡No es un mocoso! Y en segundo lugar... ¡¿Cómo permites que se junte con esa clase de personas?!
Por lo último supe de inmediato que se refería a Levi. Trague saliva abriendo y cerrando mis palmas, relami mis labios una y otra vez, el ambiente era pesado y la nula ventilación comenzaba a asfixiarme.
—Porque es mi hija, mi responsabilidad y solo yo se lo que es mejor para ella— defendió sujetando mis brazos sin inmutarse a girar a verme— vete de mi casa, no eres bienvenida.
¿Por qué la odia tanto? En otra situación le habría hecho una escena de celos pero esto era distinto, lo sentía a la perfección, recargue mi espalda en la puerta manteniendo mis ojos entre mi papá y esa mujer.
La situación me estaba inquietando, pequeñas punzadas aparecieron en mi pecho combinadas con una presión en ese mismo lugar, como si tuviera algo pesado encima.
—¿Quién... es ella?— trague saliva nerviosa por su respuesta.
—Nadie— respondió aún dándome la espalda—. Lárgate.
—¿Nadie?— repitió a modo de pregunta y comenzó a reír— no haré esto tan dramático como a ti te gusta. — sus azules se dirigieron a mi incrementando mis nervios—. Soy tu madre, Alex.
¡¡Puaj!!
Todo mi mundo se detuvo, papá salto mis brazos y lleve una mano a mi pecho, baje el cierre de mi polera. De un segundo a otro esa noticia hizo que el poco aire del lugar se desvaneciera, la presión era tan asfixiante, me hacía sentir débil.
¿Mi mamá? Negué con la cabeza sin poder retroceder más, eso era una mentira.
Mamá... ¿Para qué quiero una? ¡Yo tengo a mi papá! ¡A mi ma-pa! ¡Solo quiero a mi papá! ¡Solo a él! ¡¿Dónde estuvo ella cuando la necesite?! ¡Ella no existe! ¡Nunca me intereso y ahora menos! ¡No la quiero! ¡No la quiero! ¡No la quiero!
