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Hiperventilación.
Si eso tenia que ser, me deje caer en la primera piedra que mis ojos encontraron, después de media hora buscando un lugar al fin lo habíamos encontrado.
Ahora entiendo las palabras de Farlan.
Levi se dejó caer a mi lado no sin antes colocar algo sobre la roca para sentarse, destape mi botella y bebí un gran sorbo de agua cerrando mis ojos para disfrutarla, esa sensación fresca deslizarse por mi garganta me encantaba, no recuerdo haber tenido tanta sed como en estos momentos.
—¡Dios!
Farlan cayó a mi lado contrario suspirando con mucha exageración, a decir verdad de todos nosotros era el que más cosas cargaba, Petra ocupo la misma piedra pero a mis espaldas, igual de cansada que yo.
—¡¿Ah?!— Hange enarco una ceja acercándose a nosotros— ¡¿Qué paso con ese ánimo?!
—Si no nos hubieras guiado por el camino erróneo no estaríamos así— murmuró Farlan.
—¡Si Hange!
Alcé una ceja mirando a Isabel con las manos en las caderas idéntica a una jarra. Esa chica había asegurado que íbamos bien, pero si Levi y Farlan hubieran hecho un esfuerzo por intervenir quizás las cosas hubieran sido distintas.
—Tu fuiste quien nos guió— habló Petra a mis espaldas— no culpes solo a Han-
Calló de inmediato, al unísono miramos a la salida del bosque, específicamente a donde se encontraba el mar. Sasha, Jean y Connie cayeron juntos a carcajadas importandoles poco todo lo que faltaba por hacer.
Eren y Mikasa estaban sentados en la piedra posterior bebiendo agua como unos desesperados.
—Arreglemos esto y vayamos a disfrutar.
—Arreglan— corrigió el azabache— no han hecho nada y no pienso hacer su parte.
—¡¿Ah?!
La mandíbula de ambas llego al suelo, cerré mis ojos tras un bufido echando mi cabeza para atrás, no se en que momento decidí traer esta polera puesta, me estaba derritiendo en calor.
—Petr-
—Traje la comida y cargue.
—Alex....
Ignore mi llamado regulando mi respiración, ahora no me importaba que Levi estuviera a mi lado, lo único que me importaba era sobrevivir en manos de ellas.
—Connie, Eren, Jean y Sasha no trajeron nada— murmuré— que ellos armen todo.
Me puse de pie volviendo a colgar la mochila sobre mi hombro.
—Sale yo las cuido desde mi tienda, si es que puedo armarla.
