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❝𝑨𝒍𝒆𝒙 𝑴𝒖̈𝒍𝒍𝒆𝒓❞
—Un poco más.
Gruñó. Gire mi rostro y la espesa oscuridad impidió que mirara más allá de mis narices, el crujido de las hojas y mi respiración agitada eran los únicos sonidos que se mezclaban con sus quejidos. Intente correr con él apoyado sobre mi hombro pero solamente conseguí lastimarlo más.
—Vamos por favor— chille en un susurró dejándome llevar por el pánico.
—Duele— susurró débil y volvió a gruñir.
Pequeñas lágrimas descendían por mis mejillas, recargue su cuerpo en el primer roble que se me cruzó enfrente, busque mi inhalador y lo lleve a mis labios esperanzada. No me podía fallar, no ahora.
El temblor en mis manos no se detenía, la preocupación estaba matandome tanto como mi desesperación, metí una vez más el aparato en mis bolsillos y jale sus piernas para esconderlas tras del árbol, cubrió su boca callando su agonía y presionando la zona.
—Perdóname, perdóname— susurré entre mi llanto— lo siento tanto.
Antes de que pudiera preguntar el porqué, cerré fuertemente mis ojos y presione la herida con ambas manos, cubrió su boca una vez más con todas sus fuerzas para no gritar y revelar nuestra ubicación.
Mordí mis labios para callar el grito que amenazaba con escapar por ellos, mi pecho subía y bajaba fuertemente, desde hace horas respirar era una tarea difícil para mi.
—Lo siento, lo siento— repetí entre susurros y lagrimas.
—Vete— respondió con dificultad— vete de aquí, él está cerca.
Negué una y otra vez mordiendo más y más mis labios para no sollozar, tenía miedo, mucho miedo y es aquí cuando me arrepentía de tantas cosas, como por ejemplo, venir a este lugar sin que Luca estuviera en la ciudad.
—S-Saldremos juntos— balbucee— juntos...
Ambos callamos cuando el crujido de las ramas se escuchó cerca, los latidos de mi corazón se aceleraron. Pegue mi frente en su pecho reprimiendo el grito de pánico que amenazaba con salir sin mi permiso.
Él miró atrás, cuidadoso a pesar de su grave condición, buscando al enemigo. Me sentía culpable por su condición, temía por mi, por él y por todos los demás, pero era la cacería o no era nada.
No sabía nada de mis amigos, no sabía dónde estaba Connie ni a donde había huido Hange. La angustia me estaba matando tal y como la hemorragia a él. La sangre brotaba como un grifo a pesar de que mis manos presionaban su herida.
—Debes irte— susurró y giro su rostro, coloco su mentón sobre mi cabeza que seguía pegada a su pecho— vete, vete ya de aquí.
