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                         Despertarse por las mañanas era sencillamente asqueroso, el silencio en la mesa del desayuno lo aborrecía y que era un vago en letras mayúsculas, así de simple

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                         Despertarse por las mañanas era sencillamente asqueroso, el silencio en la mesa del desayuno lo aborrecía y que era un vago en letras mayúsculas, así de simple. El Sol golpeó en su cara aquella mañana de forma inesperada y su sueño quedó interrumpido, se movió entre las sábanas de su cama en donde solo pudo distinguir su teléfono a un lado a la altura de su brazo.

No hacía falta de mucho para despertarlo debido a sus párpados quemados, que no le protegían bien de la luz y de ahí el por qué siempre dormía boca abajo.

Al abrir los ojos se encontró con la pelota blanca que era la cabeza de Slenderman, borrosa aún por la jaqueca que tenía muchas veces.

—Jeff, despierta y baja a desayunar.

Pasó una mano frotando sus ojos y se dio la vuelta, ignorando sus palabras. Se quitó las mantas dejando ver su bóxer ligeramente desubicado y una camisa de tiras anchas oscura con un logo ya casi borrado.

—Slender, sabes que nunca desayuno...déjame dormir, Dios.—Apartó su pelo de la nuca, tenía un calor horrible.

—Por algo estás tan delgado...es una pena que un asesino esté así.

—¡Soy puro músculo!

El chico se sentó, era obvio que ese alto ser no se iría de su pequeña habitación, apenas entraba luz por las cortinas algo agujereadas-ahora abiertas-y estaba desordenada, papeles, cigarros apagados, cuchillos y manchas de origen desconocido. Slenderman emitió el sonido parecido a un suspiro.

—Será en tu enorme cabeza...—Murmuró.—Jane está abajo, ha venido de visita.

No le dio tiempo a bajar su cabeza para volver a mirar al asesino que este ya se había caído de la cama al engancharse con las sábanas blancas e ir buscando por su habitación algo de ropa, la cual estaba toda amontonada en una silla. Slenderman opinaba que una habitación desordenada no significaba inteligencia, sino problemas, problemas psicológicos o una persona vaga. Jeff navegaba entre ambas posibilidades.

Y ambas confirmadas.

—¿Qué Jane?—Jeff tomó un pantalón deportivo largo de tonalidades grises de la silla, haciendo que varias prendas cayeran.

—¿Cuántas Jane conoces?

El chico se vestía a toda la velocidad que podía, esa mañana el desayuno sí que le interesaba y es que no se esperaba esa visita en solitario de la chica que le dejó en leído el día anterior. Tras ponerse la primera camisa que encontró bajó descalzo y ciertamente ahí estaba, en la mesa y al lado de ella un asiento vacío que le pertenecía a él.

Se sentó y se quedó mirándola unos segundos, cosa que ella no pudo ignorar.

—Esto...buenos días, Jeffrey. ¿A qué se debe tu cara de baboso?

Text me back 『Janeff』HIATUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora