Capítulo 31 - Quebrantar el juramento y construir una promesa

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El sonido de los espectadores y el bullicio apenas se escuchaba para Hrist. De rodillas en el suelo y abrazando su pecho, la valkiria ahora lloraba en silencio, reprimiendo sollozos y jadeos, dejando salir lágrimas y lágrimas mientras era abrazada por su hermana pequeña Geir. Hlokk había sido, y seguiría, siendo muy importante para ellas. Le ayudó en todo con una generosidad algo impropia de ella desde la muerte de Brunhilde y fue una gran hermana mayor para las Valkirias que nacieron después, sobretodo de las más pequeña Gunnir. Hlokk le prometió volver... Y no podría cumplirlo. No podría colorear un último dibujo con ella.

Se escondió un poco tras el muro de la baranda para que no le vieran tanto, limpiando sus ojos con su manos, apretando la mano de Geir que hacía lo mismo a su lado.

- Lo siento, Geir... - le susurró - Yo solo...

- No te disculpes, hermana Hrist... - ella le devolvió el apretón - Lo estás dando todo...

- Pero no es suficiente... Intento hacerlo de la misma manera que nuestra hermana mayor, pero...

- Pero tenemos que seguir adelante.

La voz masculina enfrente de ellas les asustó por un momento, viendo dos manos tendidas hacia ellas protegidas con una armadura plateada. El rey Arturo esperaba que las tomaran para levantarlas, a ambas a la vez.

- No sé martiricen de esa manera, vuestra hermana no querría eso. Ahora hay que respirar hondo, sonreír y asignarme una compañera. Aunque en realidad no la necesito. Ya tengo una atada a la cintura.

El rey tiró de ambas hasta levantarlas, mientras ellas se miraban algo aturdida por sus palabras.

- ¿Una compañera? - preguntó Hrist.

- ¿Usted no estaba casado con la reina Ginebra? - preguntó Geir.

- Espero que estén bromeando.

La áspera voz del rey Edgar apareció detrás de Arturo, caminando con un gesto disgustado.

- Se refiere a buscar una valkiria para que salga ahí a ganar un combate, no que le busquen prometida ni que metan el dedo en la llaga - entrecerró los ojos cruzándose de brazos.

- Rey Edgar, no sea tan duro... - él suspiró.

- Espera... - Hrist se limpió bien los ojos y le miró - ¿Estás diciendo que... Quieres participar como quinto?

- Exactamente - él asintió orgulloso - Iré a vengar a vuestra hermana y a luchar por todos nosotros. También por Britania. Su futuro depende de que derrote a Morrigan y muera.

- A ver, a ver... - la morena parpadeó, sacando su pequeña carpeta donde estaban sus Einherjer - ¿Que tienes contra Morrigan y porque hablas ahora de Britania?

- No hay por qué ocultarlo. Morrigan vino a hablar conmigo, son testigos la mitad de los Caballeros de la Mesa Redonda... Y me pidió que fuera su rival en la siguiente ronda, por el futuro de Britania y su gente.

- Ah no - ella cerró la carpeta de golpe - Definitivamente no vas a participar.

Arturo abrió los ojos, parpadeando algo aturdido ante la rotunda negación. Ya como si fuese algo normal, estiró un brazo a un lado que detuvo el cuerpo del rey Edgar que caminaba rápidamente hacia ella.

- ¿Cómo que el no puede participar? ¡Lo niegas! - le replicó con un tono acusativo - ¡Si no sacas a pelear a verdaderos guerreros acabaremos perdiendo y por tus malas decisiones vam...!

Arturo le tapó la boca de mala manera frunciendo el ceño, obligándole a callarse. Hrist tragó saliva mirando con tristeza al suelo, recordando que la única batalla que habían ganado... No la había elegido ella. Sin embargo, su otra personalidad no iba a quedarse callada mientras le cargaban todas las culpas a ella.

Shuumatsu no Valkyrie - New EraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora