Cada vez que Jeongin cerraba los sus ojos con la intención de descansar, el miedo hacía de las suyas. Su cabeza le jugaba una mala pasada y sólo podía pensar en el estado de su bebé.
¿Que sería de el sin MinJeong? Probablemente no soportaría perderla
Desde que se enteró de su existencia, no hacía más que pensar en el futuro juntos. Imagino la mirada que tendría, la sonrisa más dulce, un hermoso cabello largo en el que haría lindos peinados y el tono de voz más melódico para sus oídos. Desde un principio anhelo la felicidad de su hija cuando ella llegase al mundo.
Ahora la vida de su niña colgaba de un hilo.
Oh no, otra vez.
Sus ojos se aguaron, ya ni sabía cuántas veces había llorado el mismo día. Frunció el entrecejo, aun en el límite del llanto y quito con brusquedad las agujas clavadas en sus brazos, de nuevo.
Lanzó todo al piso, incluyendo el suero que colgaba a un costado de su cama y pataleaba aún acostado
Los estruendos de las cosas cayendo llamaron obviamente la atención de las enfermeras y no dudaron ni un segundo en correr a la habitación, se encontraron a un enojadísimo Jeongin intentando desquitar toda su ira contra los inmobiliarios cerca. Eran tres jóvenes, una de ellas corrió en busca de un tranquilizante y las otras dos hacían su mayor esfuerzo por apaciguar un poco sus actos violentos.
La más joven -por apariencia- tomó el rostro del chico entre sus manos, obligándolo que la mirará a los ojos.
Pero Jeongin estaba perdido en su dolor.
Mientras el sufría con ese horrible temor de perder a su hija, Hyunjin seguía haciendo su vida normal. Como si no le importase en lo más mínimo lo que sucediera con MinJeong.
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El alto chico de tez blanca caminaba a paso firme, sus manos empuñadas, casi provocándose heridas en las palmas con sus cortas uñas. Traía el entrecejo fruncido y un amargo sabor a culpa e ira.
Su mandíbula estaba apretada, estaba reteniendo un millón de palabras que pronto serían casi escupidas
Los pasillos del hospital le eran desconocidos. Pero la sala donde le indicaron que se encontraba la madre de su peor pesadilla le quedó bastante marcada. Necesitaba llegar pronto.
Una enferma lo detuvo cuando por fin llegó al sector que necesitaba, solo le pidió su identificación y unos pequeñísimos datos que contestó al instante. La fémina le indicó el número de la sala que buscaba y como por arte de magia su corazón se aceleró, no de emoción, sino de angustia y enojo.
Hyunjin sabía perfectamente que gran parte de la culpa era suya, porque solo a él se le ocurría confiar en su ex novia y decirle sin pelos en la lengua que detestaba a MinJeong; sin embargo, no entendía ese afán de Tzuyu por hacerle daño.