Beomgyu estaba hecho un manojo de furia, tenía su entrecejo fruncido y no le quitaba la vista a su hermana. Tzuyu lo miraba con indiferencia, como si no tuviera la más mínima idea a que se debía el enojo del menor.
-¿Tu tuviste algo que ver en todo esto?- preguntó seco, la chica bostezo y negó.
El chico tomó con brusquedad el brazo izquierdo de Tzuyu y la pegó bastante a él, su agarre cada vez era más fuerte y leve quejidos salían de la más baja.
-Dime la verdad.
-Yo no hice nada, suéltame.
-¡Tzuyu, deja de mentir!
-¡Ellos se buscaron su estúpido destino! Desde un principio Hyunjin rechazó a esa bastarda y a Jeongin nadie le obligó a abrir la boca para...
Beomgyu abrió abrió amplió sus ojos y un sudor frío recorrió su nuca, Tzuyu intentó zafarse del agarre, pero su hermano la tomó incluso con más fuerza que antes.
La zarandeo con lagrimas en sus ojos para que siguiera hablando. Jamás había escuchado a su hermana hablar con tanto repudio.
-Yo no hice nada- fingió un puchero-, la pastilla en la comida era para mi, pero creo que el camarero se confundió de platillo. De todos modos es culpa de Jeongin por comerlo...
Un dolor se posicionó en el pecho del chico y desvió la mirada.
-Perdóname, hermanito- Tzuyu estaba seria, pero sus ojos reflejaban una clara burla.
Beomgyu la miro directo a los ojos y mordió su labio inferior, no podía asimilar el límite al que llegó su hermana mayor.
Alzó la mano y rápidamente la estampó contra la mejilla de Tzuyu, la chica puso su mano sobre el lugar donde había golpeado y su expresión se tornó a una de total asombro.
-No me pidas perdón a mi. Es Jeongin Hyung y Hyunjin quienes perdieron a su hija- su voz temblaba, se llevó una gran desilusión-, y aun que ruegues de rodillas por su perdón, dudo demasiado que te lo den.
Tzuyu trago duro, se soltó del agarre de su hermano y pasó a un lado de él para marcharse.
Beomgyu apretó sus labios y secó las lagrimas que seguían saliendo. ¿Cómo rayos iba a mirar a Jeongin a los ojos sin sentir esa culpa dentro de él? Sabía que su mayor no le guardaría rencor porque no tenía nada que ver, pero después de todo, era su hermana la culpable de la muerte de MinJeong.
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¿Cuanto pasó? Una semana...tal vez dos.
En la pequeña habitación del departamento se encontraba Jeongin, con la luz apagada y el pequeño mameluco de Sandía entre sus brazos. Su marida estaba fija, no estaba llorando, solo sorbía la nariz y de vez en cuando cerraba sus ojos para intentar dormir.
Eran posiblemente las diez de la noche y el chico se negó a cenar, como las dos ultimas semanas. Casi no hablaba con sus amigos, no quería salir del departamento. Aun que esto último a veces era ignorado por Felix, quien se empeñaba en sacarlo por lo menos para hacer las compras y a pesar de que eran unas salidas totalmente incómodas, valían la pena.
Hyunjin había hecho todo su esfuerzo para hablar con él, Jisung y Felix no se interponían, obviamente, pero Jeongin acababa encerrándose en la habitación. Pero esa noche había sido diferente, pues el de tez blanca pudo entrar a la habitación, encontrándose a su aún esposó hecho un ovillo sobre la cama.
Trago duro y se acercó con mucho cuidado. Encendió la pequeña lámpara de noche y se sentó en una orilla de la cama.
Jeongin le dio una mirada de reojo, pero luego volvió a mirar un punto muerto.
-¿Que haces aquí?- susurró.
Hyunjin relamió sus labios, sintió un nudo en la garganta al ver la ropita que tenía Jeongin entre sus manitas.
-Necesitamos hablar...
-No quiero hablar- tal vez era por el llanto anterior, pero su voz estaba quebrada y muy ronquita
-Cariño, por favor.
-No soy tu...- se detuvo, acercó el mameluco hasta su rostro, cubriendo parte de su nariz y boca. Le prometió a su bebé hacer lo posible para no discutir con Hyunjin, después de todo el era su papá y pese a lo que leyó, sabía que su niña los amaba a ambos y no le gustaría verlos actuando como perros y gatos. Otra vez las lagrimas amenazaban con salir- Quiero a MinJeong.
Hyunjin bajo la mirada y con mucho cuidado acarició el cabello del menor.
-Quiero a mi bebita, Hyunnie, por favor...
El de tez blanca asintió y le limpió sus gruesas lagrimas.
-Me llamaron del hospital- dijo el mayor-, el resultado de la autopsia que le hicieron a MinJeong ya está listo... Quieren vernos mañana.
Esta vez fue Jeongin quien asintió. Se abrazó a si mismo, tenía miedo de aquellos resultados, temía que haya sido su cuerpo el culpable de cualquier anomalía que no le permitió a su niña vivir.
Hyunjin mantenía su cabeza gacha.
-Jeongin...- pese que su esposo no respondió, el de tez blanca continuó- Se que leíste cosas horribles de mi parte y no tengo justificación, me equivoqué y me siento la peor basura por haberme dado cuenta tan tarde. No quiero que pienses que fingí todo este tiempo, te juro que todo el cariño que te demostré este último tiempo fue sincero.
El menor lo miro con cierto desconfío, no quería volver a ser ingenuo y caer solo por palabras, pero cuando vio- con dificultad por culpa de la oscuridad- que Hyunjin limpiaba sus ojos y sorbió la nariz, su corazón se estremeció.
Sólo en una ocasión vio a su esposo llorando y aún no sabía porque, pero ahora, parecía estar soltando una pena demasiado grande.
-Se que fui un patan pero...-sollozó- yo también la perdí. Tú la amaste desde un principio y yo comencé a amarla en su final.
Jeongin se mantuvo en silencio, atónito.
Hyunjin se disculpó y se levantó de la cama, comenzó a caminar hasta la salida, pero la voz de su esposo lo detuvo.
-Hyunnie...-susurró. Cuando el de tez blanca volteó, pudo ver la silueta del menor de pie junto a la cama- no te va a hacer bien esto. No esta bien que te lo guardes solo para ti.
Jeongin estiró sus brazos con cuidado y se acercó al de tez blanca, envolvió con cuidado su cuello y suspiró. Hyunjin, Justo en el cuello de su esposo, liberó sus lágrimas. Dejo salir la maldita culpa que lo perseguiría para siempre.
El de tez blanca solo lloro.
Jeongin acarició con suavidad su espalda y por un momento se sintió tan egoísta, aun tenían muchas cosas que hablar, pero la forma de expresarse de su esposo le toco lo más profundo de si mismo. No sintió ninguna pizca de ironía en su voz.
Por lo menos el había conocido a su hija, Hyunjin ni siquiera tuvo ese privilegio.
MinJeong, donde sea que estuviera, les sonrió.
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