Capítulo 2

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Me encuentro en mi habitación tratando de trazar algunas líneas.

Estoy sentado en un sillón de terciopelo de color gris, a varios pasos frente a mi cama. Observo a Nathalie a la distancia. Ella es una chica rusa que conocí hace dos semanas. Uno de sus rizos cobrizos le cubre parte de la nariz, ocultando esas pecas que tanto atractivo le suman a su rostro.

Nathalie duerme de lado con ambas manos juntas debajo de la mejilla derecha. Sí que es hermosa, pero ni siquiera ella ha logrado que encuentre un poco de inspiración. A lo mejor Bella habría podido lograrlo.

Todavía lamento el haberla dejado esperando, y me causa mucho más pesar el saber que ni siquiera pude darle aviso sobre mi contratiempo.

Sucedió que en vez de arrojar el trozo de papel que contenía el nombre de aquella bruja loca —Iana... Iana, lo que sea—, acabé por deshacerme del número de móvil de Bella.

Ah, maldita sea Shachi, ¿no podías decirle al tipo que te asaltó que lo intentara otro día?

Pudiste decirle que lo esperarías con más dinero en efectivo para que ésta vez no te apaleara junto a su secuaz.

Bueno. Ni modo. Lo siento, Bella.

Me rasco la ceja. Veo mi reloj inteligente en la muñeca izquierda. Son las dos de la madrugada.

El sexo ha sido increíble como todos estos días en los que Nathalie y yo hemos quedado pero, por alguna razón ninguna ocasión ha bastado tanto como para cansarme. Cada vez el insomnio me domina y hace lo suyo.

Debo admitir que ésta es la primera vez que he follado con la misma mujer por más de dos semanas, y a decir verdad, comienzo a temer que las cosas vayan a complicarse a partir de éste punto.

He salido con ella bastante a menudo, y hemos compartido la cama en más de seis ocasiones. No quiero iniciar una tercer semana con esto. No deseo escuchar lo que ya noto en sus ojos.

La magia de ésta ninfa ya ha perdido su efecto en mí, y vaya que la atracción mutua fue exageradamente fuerte a primera vista.

Decido vestirme, de modo que cojo una camisa azul con rayas grises, unos vaqueros de tono oscuro, y una cazadora de cuero color negro al igual que mis botas, cuyas agujetas dejo holgadas y sin atar. 

Las calles de Milán son bastante tranquilas por la noche pese a los transeúntes que cruzan su camino conmigo. Acabo de notar que estoy a pocos metros del lugar donde rentaba un piso antes de irme a Florencia hace dos años por motivo de trabajo. No me hubiese ido de no haber sido porque no quería conducir por casi cuatro horas desde allá hasta acá y viceversa.

¿Habrán espacios libres? Ahora mismo estoy alojado en un hostal bastante acogedor y modesto, dado que prefiero pasar desapercibido en ciertas cosas. Ya suficiente es el tener una Ducati negra de edición limitada como medio de transporte.

Miro hacia el tercer piso. Ese con vista a la calle solía ser el mío.

Noto una silueta allá arriba en la azotea. No distingo mucho debido a la oscuridad. Parece una mujer con la mejilla izquierda apoyada sobre los antebrazos flexionados, que mantiene uno sobre el otro apoyado en la baranda de concreto.

Ella..., parece estar llorando. Sí. Llora. Desde aquí escucho un que otro débil sollozo. Tararea algo bastante triste. Bueno, ¿a mí qué me importa? Aunque, debo admitir que —dejando de lado su estado emocional—, es algo que suena muy bonito. No lo hace nada mal.

Me apego de espaldas al concreto del edificio. Me encuentro en la acera mirando hacia la calle. Hay una iglesia del otro lado y una línea de varios autos aparcados.

EL AMANTE ━━  [En curso] 《34》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora