Me asomo a la ventana alargada con vista a la calle principal. El sol entra en contacto con mi piel regalándome de su calor.
Observo a las personas que aparcan, y a las que entran a la iglesia del otro lado de la calle. En la torre el reloj casi marca las ocho de la mañana. La verdad es que hace un bonito día allá afuera, aunque ni siquiera me apetezca salir por un desayuno.
Me peino el cabello con los dedos de la mano derecha. Me duele la cabeza; creo que se debe a que no he podido dormir.
No he dejado de pensar en la manera tan estúpida en la que me comporté la noche anterior, cuando huí de la azotea invadido por el temor de esa extraña sensación que me poseyó estando cerca de esa mujer.
Sea quien sea, mi intuición me dicta —de manera imperiosa— que debo mantenerme alejado. Ella es peligrosa.
O el peligro soy yo al continuar idealizándola.
Venga ya, que ni siquiera he visto su rostro ni una sola vez. Pero... Maldita sea, siempre hay un «pero».
Su voz no sale de mi cabeza; mi memoria olfativa conserva fresco el olor de su perfume, y el recuerdo de su silueta comienza atormentarme.
Anoche —durante el tiempo en el que me quedé petrificado como un completo imbécil—, me imaginé acercándome a su espalda para susurrarle al oído algo absurdo antes de empezar a besarle el cuello, dando inicio con un sinfín de caricias que partirían desde sus hombros hasta su cintura, y, que llegarían hasta su vientre donde mi tacto se desviaría varios centímetros hacia su centro, y allí me daría mi tiempo esparciendo los jugos de su deseo a lo largo de sus pequeñas alas de mariposa que no tardaría en desplegar para entonces, internar los dedos en el portal de su paraíso por un instante, haciéndola enloquecer en sensaciones.
Me vi deslizando las manos en sus muslos, alcanzando sus piernas y finalmente, recogiendo cada pulgada de tela poco a poco, para comenzar a reclamar como mío el calor de su piel.
Casi podía palpar sus pechos y sus brazos aferrándose a mi nuca, mientras la hacía jadear y contornearse siendo esclava de la manera en la que mis labios le acariciaban el cuello, y por la gentileza con la que mi cálida respiración le robara el aliento.
Mierda... pensar en ello me ha provocado una nueva erección.
No, amigo mío, ella podría ser peligrosa para nosotros. Compréndelo, y deja de despertar ansioso por probarla.
¿Y qué era eso absurdo que iba a susurrarle? Sencillo: «¿me esperabas?»
Mmn... ya. «Me esperabas», ¿eh? «Me esperabas...» ¡¿Pero qué demonios ha pasado por mi maldita cabeza?!
Nunca me he encaprichado con una mujer y no estoy dispuesto a caer en ese juego. He sido, soy, y seré libre como el viento. Sin ataduras de ningún tipo.
Ave María llena eres de gracia. Sálvame de idioteces innecesarias.
No estoy seguro de que así vaya esa línea porque nunca he sido tan devoto pero, ¿qué más da? No volveré a acercarme a la sirena.
Ya que lo medito, le he dado un sobrenombre que encaja a la perfección. Su voz y su presencia son cosas que hechizan, justo como lo cuentan en las mitologías.
Se decía que las sirenas embrujaban a los marineros y piratas, y qué coincidencia..., paso la mayor parte del tiempo navegando porque me gusta el silencio de la nada, y de niño, soñaba con ser un pirata. Ah, nada de esto viene al caso. Tan solo he comenzado a delirar.
Suspiro. Creo que me apetece un café.
Me dirijo al cuarto de baño para cepillarme los dientes antes que nada. Noto que mis ojeras se han remarcado un poco más. Hago un gesto de conformismo.
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EL AMANTE ━━ [En curso] 《34》
Fanfic[Law x OC] Law es un joven libre, relajado y seductor que carece de inhibiciones. No sigue ninguna regla pero tampoco corre riesgos innecesarios. Ninguna mujer se le resiste; cada una acaba en su cama sin falta. Cree saber más de lo que necesita so...