EL AMANTE ━━ [En curso] 《34》

Capítulo 16

Nota: les he dejado una maratón de cuatro capítulos algo extensos, pero han sido escritos desde ayer a quemarropa, de modo que me disculpo por los errores que se encuentren.

Ya después me encargaré de corregir cuando tenga tiempo disponible.

Que lo disfruten. ❤️

Debo pensar en algo que me distraiga un poco de esta sensación que me alerta sobre mi repentino e indirecto pero voluntario intento de suicidio.

¡¿Cómo demonios es que Jhanahy encuentra el valor para cruzar de un lado a otro haciendo uso de esa raquítica escalera de metal?!

Esas son las ventajas de que sea un pedacito de persona, supongo.

Río silenciosamente negando con la cabeza debido a mi ocurrencia reciente. «Pedacito de persona».

Me inclino hacia el frente y veo hacia abajo. ¡Grave error!

Suspiro. Concéntrate Law, ¡concéntrate!

Exhalo muy despacio antes de decidir subir. Me pone en suspenso ese crujido que escucho ahora que piso el peldaño que Jhanahy usa para trepar a la baranda de concreto. Parece que mi peso y mi altura es demasiado para el pobre objeto. ¡Pues que se aguante! Necesito llegar a la habitación y pasar al salón de estar para abrir la puerta.

Me santiguo aunque dudo que lo hubiese hecho correctamente.

Espero que Nonna de Santis ruegue por el eterno descanso de mi alma si caigo y perezco en mi noble encrucijada.

Mira lo que me obligas a hacer, bruja; usuaria del arte del escobazo, domadora de borrachos. No. Es la sirena de la voz hermosa. No. Es mi Dafne; mi Jhanahy.

Suspiro. Debo elegir un sobrenombre, ella no puede ser todo eso.

Soy consciente de la sonrisa de idiota que ahora se vuelve a dibujar en mi cara. Ella es todo y más. Mi más.

Ya, ¡Basta! No es momento de ponerse intenso. Además estoy exagerando. ¿«Mi más»? ¡¿Y a qué demonios viene eso?!

Tenso la mandíbula. Es hora de dejar de lado todo y llevar a cabo lo que se supone que vine a hacer. No mas procrastinar mi segura caída. No. Debo ser positivo. ¡Bah!, ¡como si yo supiera algo sobre ser positivo!

Decido que es el momento y doy el primer paso sobre la escalera que rechina inmediatamente. Me apresuro a dar cuatro zancadas más antes de que todo colapse, y mantengo el balance para —por fin— caer de pie en el balcón de mi bru... ¿o debo llamarla sirena? Tengo un conflicto interno que solucionaré después.

Me asomo con gran sigilo y cautela por un trecho de la puerta y empujo con suavidad hasta dejarla abierta de par en par. Las luces están encendidas y parece que no hay nadie.

Echo un vistazo por la habitación donde extrañamente hay tres camas; dos mesas auxiliares de color negro a juego con el espaldar de la que tengo a pasos, cerca de la entrada donde me encuentro parado, y también, hay una cómoda en conjunto; al extremo derecho de ésta se haya la puerta que conduce al pasillo, y al lateral izquierdo se halla la entrada a un pequeño armario contiguo al cuarto de baño en cuya pared divisoria con el espacio, se sitúa un mini centro de entretenimiento que sostiene una pantalla plana de al menos unas cuarenta y dos pulgadas.