Abrió la puerta del carruaje y una brisa fría y brusca lo azotó, como si quisiera recordarle que los días cálidos de verano se estaban acabando y que el equinoccio de otoño estaba a la vuelta de la esquina. Habían pasado muchos años desde la última vez que le pareció que las estaciones pasaban demasiado rápido.
Suspiró aliviado al asomar la cabeza al exterior y no encontrar a ninguna criada furiosa que lo hubiera seguido hasta allí, persiguiéndolo hasta el fin del mundo con tal de evitar que saliese del ducado. Regresó al interior del vehículo para despertar a Elián de su profundo descanso, que en cuanto volvió a la realidad expresó su descontento por no haber sido despertado antes de llegar a la capital con un ceño fruncido. Owen respondió con una sonrisa pícara al tiempo que bajaba finalmente del carruaje.
Fue una sorpresa placentera que no hubiera una multitud demasiado pronunciada a su alrededor como cada una de las veces que salía de la mansión. "Ventajas de llegar tarde, supongo" se alegró al poder oír sus propios pensamientos por la ausencia de aquel alboroto que lo acompañaba a todos lados. A pesar de que no circulase una marea de gente por las calles como en la hora punta, muchos puestos no habían sido recogidos aún, dado que todavía ni siquiera se había puesto el sol. Owen identificó a algunos de los viandantes como turistas de aspecto extranjero que cargaban todavía con su equipaje. Probablemente habían planeado llegar unos días antes del festival para reservar las próximamente abarrotadas posadas de Zeakya y aprovechar para pasear por sus calles. No había llegado a asimilar la importancia del Festival de Yrifwuel; extranjeros viajaban al pequeño reino de Goryan con la única intención de asistir a él después de tantos años sin celebrarse. Se sentía aún más inútil pensando que algo así requería mucha preparación, y que él no había hecho prácticamente nada.
Decidido a reanudar la actividad de la que se había estado encargando el día anterior, caminó junto a Elián por las calles hasta la zona central de la ciudad, donde se le había sido asignado trabajar y donde probablemente estarían los demás. Había reconocido uno de los emblemas en los lujosos carruajes aparcados en los alrededores que debían pertenecer a las candidatas: un escudo dorado con una moneda, el emblema que sólo le concedían a las familias mercantiles más importantes de Goryan. Eso significaba que Nicolle debía estar ahí. Lo más sensato sería buscarla a ella, la trabajadora y perfeccionista joven que llevaba un detallado registro de toda la organización del festival, para preguntarle qué había sucedido con el problema de las ratas y si habían conseguido solucionarlo.
Mientras que divagaba en su cabeza sobre lo que podría haber pasado y arrastraba sus pies por las calles, fingió curiosidad por el tema de los escudos familiares de la nobleza (a pesar de que no le interesase en lo absoluto) porque Elián era quien le había mencionado lo del emblema mercantil y sabía que al mayordomo le hacía ilusión compartir su infinito conocimiento sobre la aristocracia con Vivienne. Resulta que, en estos escudos, el rostro que aparecía en la moneda era el del legendario Primer Rey de Goryan, y no el del rey que aparecía en las monedas vigentes, el Rey Cristóbal Sebastián II Filogonio Bythesea. En esta parte de la tertulia educativa de Elián, Owen no pudo contener una risa irónica frente a la ridiculez de los extravagantes nombres de la familia real. De hecho, lo que más le llamaba la atención era que no había escuchado ese llamativo y estrafalario nombre más de un par de veces en su vida, y eso que se trataba del rey que había estado gobernando desde mucho antes de que él llegase al mundo. Puede que incluso hubiera empezado a reinar antes de que sus padres nacieran. Le resultó raro que el nombre del rey, el nombre que debía ser el más pronunciado a lo largo y ancho del reino, se mencionase tan de vez en cuando.
Elián tardó unos segundos en responder a esta pregunta. Según el diligente mayordomo, el longevo rey llevaba enfermo desde hacía bastante tiempo debido a su edad, por lo que él ya no se encargaba del reino, al menos no de forma política. No decidió que Goryan necesitaba una reina hasta hacía relativamente poco, y sólo llegó a esa conclusión porque sabía que se acercaba su hora y vio necesario dejar el trono en manos de verdaderos hijos legítimos que pudiesen portar el apellido real. Elián reflexionó casi para sí mismo que el motivo por el que habían decidido encontrarle una esposa al príncipe heredero y llevar a cabo la coronación de inmediato debía ser un muy probable deterioro de la salud de su majestad a pasos agigantados.
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La luna es una acosadora
RomanceUn joven campesino llamado Owen despierta en el cuerpo de la dama más reconocida del reino: la hija del duque Drummond, que posee belleza, poder, elegancia... Todo, excepto el amor del príncipe heredero. Owen se encuentra cautivo en el cuerpo de la...