¿De que querría hablar? Su expresión le confundía. ¿Sería algo importante?
A pesar de que sabía que era imposible... ¿Podía haber descubierto algo relacionado con su verdadera identidad? ¿Era por eso que había esperado hasta que no quedase nadie, para hablar en privado?
Oh, mierda... Quizás he actuado demasiado extraño, y ha notado algo... Y ahora querrá confirmar lo que cree saber, y cuando ya esté seguro... Se lo dirá a todo el reino para que me encierren en un calabozo de por vida...
Las conspiraciones surgían sin parar. ¿Qué pasaría si su secreto, el que un simple campesino se haga pasar por la hija del duque y una de las candidatas a reina, se desvelase? ¿Lo tacharían de degenerado? Pero... ¿Cómo podrían saber con certeza que él no era el verdadero residente de ese cuerpo? Si existiese alguna manera de asegurarlo, ¿lo tratarían tan cruelmente como a la duquesa Drummond, como a una bruja satánica y salvaje? ¿O como a un hechicero malvado que le arrebató la vida a Vivienne Altaira Drummond y usurpó su cuerpo con fines perversos?
No había profundizado en la importancia de ocultar su secreto hasta entonces, acorralado por la situación inminente. El príncipe todavía no había soltado ni una sola palabra, pero estaba seguro de que lo que tenía que decir no sería bueno.
—Sé que no tenemos una relación tan cercana, y que puede ser descarado preguntar, pero...—comenzó Leonardo. Esa frase aceleró aún más los latidos impulsivos de Owen, esperando que las palabras que continuasen pusiesen fin a su libertad.
—...¿Le ha ocurrido algo últimamente? Es decir... Parece algo distinta. Creí notar que algo había cambiado la última vez que hablé con usted, en su fiesta... Había algo en su forma de hablar y de actuar que me resultaba... ajeno—el príncipe pronunciaba cada palabra con más dificultad. Daba la sensación de estar esforzándose en explicar lo que quería decir. Se alejó unos pasos, pensativo.
—No sé expresarlo correctamente, espero que haya podido entenderme. Puede que solo hubiera sido una sensación equívoca por mi parte... P-pero me gustaría confirmar que no le haya ocurrido nada desagradable, o que algo le esté afectando...—.
Owen suspiró aliviado, soltando todo el temor y la incertidumbre que había albergado en su pecho.
Ya veo, todavía no sabe nada... Pero tengo que eligir cuidadosamente mis palabras. Ha notado que hay algo distinto, pero tengo que convencerle de que todo ha sido producto de su imaginación.
—Oh, no tiene que preocuparse por esos asuntos, alteza. Nada me ha ocurrido. No hay nada ni nadie que trastorne mi corazón o descomponga la paz de mi consciencia. Me encuentro divinamente, fresca como una rosa de primavera. Soy la misma Vivienne Altaira Drummond de siempre—disimuló, combinando una risita convincente al final. Había procurado que su tono y palabras se asemejasen lo máximo posible a su concepto de señorita ricachona, hablando como si recitase un poema lleno de cursilerías. Definitivamente, habría convencido a cualquiera que dudase, pero el príncipe no era cualquiera. Todavía existía un ápice de preocupación en su mente, imperceptible para los ojos de Owen.
Finalmente, Leonardo cedió ante el insistente intento de sonrisa tranquilizadora de Owen, que inintencionalmente daba una sensación amenazante.
—De acuerdo. S-siento si le he incomodado al ser excesivamente persistente respecto a esto—se alejó algunos pasos más lejos, cabizbajo.
Owen se encontró a sí mismo indagando en la lamentable imagen, buscando otra expresión diferente a la áspera habitual de Leonardo. Se cercioró de que cada vez le producía más curiosidad y fascinación ser capaz de descubrir una nueva cara, ya sea su expresión de sorpresa, de arrepentimiento o de preocupación, todas las que había visto anteriormente.
ESTÁS LEYENDO
La luna es una acosadora
RomanceUn joven campesino llamado Owen despierta en el cuerpo de la dama más reconocida del reino: la hija del duque Drummond, que posee belleza, poder, elegancia... Todo, excepto el amor del príncipe heredero. Owen se encuentra cautivo en el cuerpo de la...