01. Retos

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La vida nos lleva por rumbos que no esperábamos, nos conduce a caminos no planeados por que al fin y al cabo nos lleva a donde se supone que pertenecemos.

O al menos eso esperaba.

No es fácil renunciar a un sueño, pero cuando no tenemos los recursos necesarios para cumplirlos, no queda de otra.

No fue sencillo abandonar a mi meta de estudiar medicina, aunque desde un principio sabía que no podría costearme la carrera. Mis padres me lo habían advertido, es irónico como mis propios padres habían destrozado mis esperanzas, pero viéndolo en perspectiva me habían abierto los ojos a la realidad.

Si, la realidad dura y cruel que nos envuelve día a día y a la que fui obligada a despertar desde muy temprano. Pero desde pequeña decidí que eso no me arruinaría la vida, que intentaría verle el lado bueno a todo, por que si algo había entendido con el paso del tiempo es que las cosas tienen siempre dos lados.

Así que intenté estudiar algo parecido, y que más parecido a un doctor que una enfermera, tuve que esforzarme mucho para poder pagar la escuela de enfermería pero milagrosamente lo hice, yo sola, sin ayuda de mis padres ni nadie más.

Tal vez no era lo que quería, pero igual podía ayudar a las personas y era algo con lo que podía vivir el resto de mi vida por que me gustaba lo que hacía o al menos lo que haría.

Ahora conseguir empleo, ese era otro Reto.

Al terminar la escuela de enfermería no podía encontrar empleo. Intenté en muchos hospitales pero no empleaban personas sin experiencia. Era realmente frustrante, es decir ¿Cómo se supone que tendré experiencia si no me contratan?.

En fin, tuve que probar en el hospital psiquiátrico. Estaba renuente a ir a un lugar así pero al acabarse mis opciones posibles no me quedo más que probar ahí.

Los nervios me invadieron en el momento en que se me permitió entrar. Me sentí observada por cada uno de los individuos que se encontraban en ese patio, en los pasillos, viéndome desde las pequeñas ventanas de sus habitaciones, esa sensación ha sido la más aterradora que jamás ha podido recorrer mi ser. Quería irme, no me sentía cómoda en ese lugar, pero debía recordar el motivo de mi presencia en ese lugar.

El director del hospital accedió a atenderme. Andrew Mallette, es su nombre. Al principio mostró su renuencia al aceptar a una joven sin ninguna experiencia en un lugar como ese.

Le aseguré de una y mil maneras que pondría todo de mi parte para poder prender cómo se trabajaba ahí. Pero hubo un momento en que se quedo en blanco, como si recordara algo importante.

Antes de darme una contestación suspiró.

-Señorita Black, le daré la oportunidad de trabajar aquí. Solo que trabajará con un solo interno. Será su enfermera privada. ¿Qué le parece la idea?.-

-Claro que me parece bien, podría empezar cuando usted me dijera-contesté alegremente. El doctor me indicó el día que debía volver para empezar mi nuevo empleo.

Aunque la alegría me duró muy poco cuando a mi mente llegaron varias dudas preocupantes.

¿Quién sería tan importante?

O quizá sería una mejor pregunta: ¿Qué tan desalojado estaría para necesitar una enfermera privada?

Esos pensamientos me ponían aún más nerviosa, pero el Dr. Mallette, me había asegurado que no era peligroso, y yo esperaba que el me estuviera diciendo la verdad.

El día que me habían indicado para presentarme llegó, y por una parte estaba agradecida con eso, me volvía loca en mi diminuto apartamento, sola.

Porcelana {Adaptada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora