06. Rosas y Fressias.

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Ese día pasó con normalidad, la rutina se había insaturado una vez más en mi trato con Justin. Había llegado a pensar que algo había cambiado el día anterior pero al parecer me había equivocado.

Las semanas siguieron pasando y todas las cosas seguían de la misma manera. Y hasta cierto punto todo estaba bien para mí. La rutina es comodidad, he escuchado por ahí.

Pero para alegría mía la rutina ya no incluía la soledad, ya no estaba sola. Los fines de semanas, que eran los que yo más sentía, Cassie y yo hacíamos planes; desde que ella me enseñara a hacer un pastel hasta salir por ahí. Ella era muy divertida, muy alegre y con su hermosa actitud ella alegraba mi vida.

Otra cosa que me alegró mucho fue la llamada de mi madre para comunicare que mi papá estaba mejor y que pronto lo dejarían salir del hospital. Muchas veces tuve la intención de regresar a California a verlo, pero sabía que no podía ausentarme, tenía una responsabilidad y no podría abandonarla.

La rutina continuaba hasta el día de hoy, aunque desde la mañana había estado intranquila, era un sentimiento de ansiedad, como si algo malo estuviese a punto de pasar.

Como siempre al mediodía, Andrew llegó a ver a Justin, yo salí a almorzar. Y al cabo de una hora emprendí mi camino de regreso.

Mientras avanzaba por los pasillos el sentimiento de ansiedad volvió a mí, quería creer que era mi imaginación la que me estaba poniendo alterada. Me detuve un momento para serenarme. Una vez que me sentí mejor continué con mi camino.

Estaba girando en uno de los corredores, cuando sentí que algo me halaba. Sin darme cuenta estaba estampada contra la pared.

-Señorita no valla ahí.- una voz alterada me decía, era un hombre alto de cabello negro y tez morena. Instantáneamente supe que era uno de los pacientes internados en el hospital por su ropa. Intenté mantenerme calmada pero él estaba visiblemente desequilibrado, sus ojos se movían demasiado como buscando algo alrededor.

-No vaya ahí, los fríos le atacarán.- hablaba con angustia en su voz. Mientras hablaba su agarre en mi muñeca se intensificaba, llegando al punto de lastimarme mucho.

-Esta bien, esta bien.- intentaba calmarlo pero mi voz era temblorosa. Estaba entrando en pánico. Quería gritar por ayuda pero sabía que si lo hacía el podría ponerse aún más nervioso.

Forcejaba con él para poder soltarme pero él era demasiado fuerte para mí. Tomó mi otra mano entra las suyas para poder verme de frente. Sus ojos negros y profundos me escrutaban y yo solo podía temblar de miedo por lo que él podría hacerme, no soltaba mis manos pero me apretaba más entre la pared y su cuerpo, tenía miedo, solo quería desaparecer de ahí.

Intentaba forcejear para soltarme pero rápidamente mis fuerzas se acabaron y lo único que atiné a hacer fue cerrar mis ojos.

Sin saber como me había soltado, rápidamente me alejé de él, para ver como entre dos enfermeros intentaban sedarlo, mis piernas me temblaban por lo que caí al suelo. Cuando por fin pude reaccionar, uno de los enfermeros me ayudó a ponerme de pie.

-¿Se encuentra bien?.- me preguntó y tardé un minuto en poder entender sus palabras.

-Cre... creo que sí.- dije con voz entrecortada.

-Ven, creo que lo mejor es llevarte fuera de aquí.- dijo mientras me guiaba hacia las alas centrales del hospital.

Sentía la mirada de todos puesta sobre mí, pero en ese momento no me importaba. Aún temblaba como una hoja en los brazos del enfermero. No me di cuenta a donde me llevaba, solo caminaba por inercia.

El chico se sentó en una silla, podía escuchar voces, no sabía si me hablaban a mi o entre ellas, yo solo podía intentar abrazarme mientras temblaba.

Porcelana {Adaptada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora