37. Las verdades.

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Podía oír la voz de Adam al fondo de mi mente. Hablaba de manera pausada e intentaba imprimirle un toque de confianza. Era así en cada sesión. Sabía de memoria lo que decía y tenía mejores cosas en las que pensar como, ¿Dónde estaba Alli?.

Ella no estaba en la sesión de hoy. 

Después del fin de semana en su casa, no habíamos tenido comunicación, así que no había forma de que supiera que yo vendría hoy, ¿Podría ser eso el motivo de su ausencia aquí?.

Intenté calmarme. Ella no podía estar molesta. 

A pesar de su negativa ante mi pequeño deseo, no estaba molesto con ella. Herido tal vez si. Pero no molesto, jamás con ella. 

Aún rememoraba con alegría ese domingo, cada uno de los momentos que pasamos. La gran sorpresa que me dio, inclusive me había ayudado en mi perspectiva hacia el futuro. Me había abierto una puerta hacia algo en mi vida. Y me había dado cuenta de otra cosa aún más importante. Es con ella con quien deseaba pasar cada momento, es con ella con quien quería estar. Y tal vez no sería pronto, pero algún día cuando ella lo deseara tanto como yo.

-¿Quieres empezar tú, Justin?.- pidió Adam y mi expresión horrorizada debió delatar el hecho que no tenía idea de lo que me estaba pidiendo. 

-Perdón... no sé qué...

-Dr. Roberts, ¿Puedo empezar yo?.- apuntó Tanya. 

-De acuerdo, adelante.- acordó Adam.

-Me llamo Tanya Denali y bueno, estuve interna en esta clínica por tres meses. Yo...-

-No es necesario que digas tus razones Tanya, hazlo solamente si te sientes lista.- 

-Lo estoy Doctor.- su voz sonaba segura pero sus manos temblaban en su regazo. Jamás la había visto tan vulnerable y a la vez tan fuerte.- Ya saben cómo es la escuela: presiones sociales, discriminación por esto o aquello, rumores y chismes. A algunos afortunados esto no les afecta en lo más mínimo, viven su vida en las sombras. Eso no me pasó a mí. Llegué a esta "maravillosa" escuela nueva donde todos querían ser mis amigos, pero nadie lo quería en realidad. Las chicas decían amar mi ropa, mi estilo, que era hermosa pero a mis espaldas era otra cosa. Se empezaron a rondar chismes y rumores sobre mí. Que era un zorra, una golfa y muchas otras cosas.- rió sarcásticamente.- Al principio no le di importancia. Pero después las palabras se volvieron maltratos, bromas crueles y humillaciones.- unas cuantas lágrimas se deslizaron por su mejilla, se abrazaba a sí misma para evitar temblar.- Llegué a un punto que estaba aterrorizada de ir a la escuela, pero no quería decirle nada a mis padres. Ellos ya tenían suficientes problemas sin los míos. No tardé mucho en odiar mi vida, a odiar cada persona que me rodeaba, a desear desaparecer. Hasta que un día intenté hacerlo. Tomé un cuchillo de cocina y subí a mi habitación. Corté mis muñecas casi con apuro y me quedé tendida en mi cama esperando que todo acabara. 

Pasó su mano por sus llorosos ojos quitando las lágrimas. Yo también sentí la humedad invadiendo mis ojos. Ella también había sufrido. Pero, ¿Quién en esta sala no lo había hecho?.

-Desperté en una cama de hospital, con mis padres llorando junto a mí. Me sentí peor por hacerles eso. Pasé un tiempo hospitalizada; un psiquiatra habló conmigo y sugirió que me internasen por unos pocos meses. Claramente así fue, y no fue tan malo a como yo pensaba que sería. Al menos las enfermeras hablaban y reían conmigo. Hice un amigo.- dijo dirigiéndome una sonrisa.- Y creo que he superado un poco del miedo que se formó en mí.

-¿Cómo has sido acogida en casa?.- cuestionó Adam. 

-Papá y mamá hablan conmigo cada noche, me sofocan un poco pero sé que se preocupan. Mis hermanas Kate e Irina también se han acercado a mí. Me cambié de escuela porque mis padres temían que volvieran a molestarme. Estoy bien en mi nueva escuela y creo que seguiré estando bien.- concluyó Tanya. 

Porcelana {Adaptada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora