1. Nueva vida, nuevo instituto

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Estoy nerviosa. Muy nerviosa.

Hoy es nuestro primer día en un nuevo instituto y mentiría si dijera que la idea de no conocer a nadie no me pone de los nervios. Pero no pienso dejar que nadie se dé cuenta, mi orgullo no me lo permite.

Por ello cojo aire y salgo al porche, donde ya nos espera el coche que nos llevará. Inspecciono alrededor y, cómo no, Blair vuelve a retrasarse. Unos minutos después, mi hermana sale por la puerta principal casi corriendo.

—Lo siento, me han surgido un par de inconvenientes.

—Vivimos en la misma casa, ¿cómo es posible que te surjan inconvenientes y a mí no?

—Cosas de la vida .—responde encogiéndose de hombros. Enseguida nos reímos de la situación, siempre tan opuestas.

—¿Estás preparada para nuestro primer día? —le pregunto mientras montamos en el auto que arranca enseguida para salir del recinto de la mansión en la que vivimos.

—Mentiría si dijera que no. Sabes cómo se me da eso de hacer amigos .— murmura con ansiedad mal disimulada en su voz. 

De las dos, Blair siempre ha sido la que más sufre con estas situaciones. Ir a un lugar desconocido le provoca ganas de vomitar. No sería la primera vez que he tenido que sacarla a rastras de su cama, diciéndola palabras de ánimo para parar sus lágrimas. En cambio, yo tuve más suerte. Tener que conocer gente nueva no me causa miedo. Sí que es cierto que me pone un poco nerviosa, pero al menos soy capaz de ocultarlo. Blair no corre mi misma suerte.

Esbozo una gran sonrisa para infundirla confianza y la rodeo con el brazo, acercándola a mí para depositar un beso en su frente.

—Tranquila. Recuerda que la sociable soy yo, mi trabajo es conocer a gente para luego presentártela .—mi tono divertido surte efecto en ella, sacándola una tímida sonrisa.

—Lo sé, y te lo agradezco.

—No hay nada que agradecer, hermanita.

Paso el resto del viaje haciendo bromas para quitar la tensión y los nervios a Blair, y puede que a mí también; pero, cuando el coche se detiene frente a la puerta del instituto y vemos a los alumnos entrar al edificio, el nudo en el estómago vuelve. Soy la primera en salir y, prácticamente, arrastro de la mano a mi hermana durante los primeros metros hasta que coge la confianza suficiente para caminar por sí sola. Mientras ella se pega a mí y se apresura para entrar, yo me tomo mi tiempo para admirar el entorno. En nuestro antiguo instituto no se respiraba este aire de alegría y tranquilidad y por eso se me hace raro ver a los estudiantes sonriendo y haciendo bromas entre ellos.

El momento que más odio del primer día es cuando al profesor se le ocurre la gran idea de plantarnos a ambas frente a toda la clase con la intención de presentarnos, pero lo único que consigue es que Blair se pegue aún más a mí y yo empiece pasar la mirada por todo el mundo intentando calmarme. Para mi sorpresa, un par de alumnos llaman mi atención. El primero, un chico bastante alegre que nos mira con la sonrisa más grande que he visto en mi vida, y que, gracias a la cinta naranja que lleva, se me hace muy tierno. En cambio, el segundo tiene un aura totalmente distinta; está al lado de la ventana y mantiene su mirada en el libro, como si eso fuera mucho más importante que dos alumnas nuevas. En ese momento, los nervios se ven opacados por mi ego, que se ofende al ver que no soy el centro de atención. Aparto de inmediato la vista del chico de pelo cenizo en punta; si él no nos presta atención, yo tampoco se la prestaré a él.

Por suerte, la presentación (o más bien el infierno) termina rápido y la clase pasa a la misma velocidad, igual que el resto del día. Cuando finaliza la jornada, nos levantamos de la clase ansiosos por irnos a nuestras casas, y esa es mi intención hasta que el chico alegre se interpone en mi camino. 

Tan compatibles / Axel Blaze y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora