33. Confesiones de azúcar

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—¡Victoria! 

El entusiasmo por nuestra victoria en la clasificación para el Torneo Fútbol Frontier es palpable en el restaurante donde nos encontramos. Al fin y al cabo, nadie confiaba en nosotros al principio. Puede que ni siquiera nosotros mismos nos viéramos capaces de llegar hasta aquí y, sin embargo, el trofeo que levantamos al final del partido de ayer nos inyecta la energía y la confianza suficiente como para motivarnos de cara a la siguiente fase.

Todos comemos los fideos preparados por el entrenador mientras Mark no para de repetir una y otra vez que hemos ganado la final con el mismo entusiasmo que un niño pequeño cuando le regalan un juguete nuevo (creo que ya he hecho esta misma comparación alguna vez, pero es que no hay mejor forma de describir al capitán). La sonrisa en mi cara no tarda en aparecer ante eso y, por el rabillo del ojo, percibo a Axel mirándome fijamente con la alegría iluminándole el rostro.

—¿Admirando las vistas, Axel? —bromeo haciendo que aparte la mirada con las mejillas teñidas de rojo. Carraspea antes de volver a centrarse en mí, recuperando su deslumbrante sonrisa que agita más de una cosa en mi interior.

—Es imposible no mirarte cuando sonríes. Te hace mucho más guapa de lo que ya eres.

¿Oyen eso? Es mi corazón estrujándose de nuevo al escuchar las dulces palabras del rubio, que parece que nunca se cansa de elogiarme. Aunque, en realidad, lo agradezco bastante. Cuando empiezo a dudar de mí misma y creo que no soy suficiente para cumplir con las altas expectativas de la gente, él siempre se encarga de subirme el ánimo simplemente regalándome esa sonrisa que me gusta pensar que solo usa conmigo. 

La comisura del labio de Axel se curva en una sonrisa maliciosa que me hace tragar grueso porque, sea lo que sea lo que pasa por su mente ahora mismo, estoy segura de que no me va a gustar. Y ese pensamiento cobra más fuerza cuando se acerca hasta mi oído para susurrar:

—Tenemos una conversación pendiente.

Frunzo el ceño confundida por sus palabras.

—¿Sobre qué?

Por favor, que no sea lo que estoy pensando.

—Sobre el hecho de que nos besamos delante de todo el estadio el otro día.

Mierda. Sabía que no me iba a gustar.

Me es imposible evitar ruborizarme solo de recordar cómo sus labios consumieron mi alma con cada beso, cómo las piernas me flaquearon al sentir el choque de nuestras bocas y de cómo el corazón se me paralizó cuando colocó su mano en mi nuca y me atrajo más hacia él hasta borrar todo pensamiento de mi cabeza, dejándome en blanco sin poder fijarme en nada más que en lo que su boca provocaba en mi cuerpo.

—No hay nada que hablar de eso .—respondo con simpleza, intentando esconder lo rápido que me late el corazón bajo su atenta mirada. 

Me parece notar un destello de tristeza y decepción en sus ojos, pero enseguida recupera la compostura. Frunzo aún más el ceño intentando saber por qué ha tenido ese momento de debilidad tan repentino. 

—¿He dicho algo malo? —pregunto confundida, pero él aparta la mirada, lo que me confunde aún más—. Axel, ¿puedes decirme qué te pasa?

—Nada. Estoy bien. Todo está bien.

Hasta la persona más ciega puede adivinar que está mintiendo.

—¿Esperas que me lo crea? —no recibo ninguna respuesta, simplemente se limita a comer su plato de fideos sin mirarme.

La paciencia empieza a acabarse, así que le tomo del brazo y lo arrastro fuera del restaurante bajo las miradas confundidas de nuestros compañeros, que ahora mismo me son indiferentes. Nos alejamos hasta un callejón y, cuando creo que estamos a una distancia prudente para evitar curiosos, le suelto y me planto frente a él bloqueándole el paso para que no intente volver al restaurante.

—Mira, no sé si aquí es común huir de los problemas pero, de donde yo vengo, si dos personas tienen un problema, lo hablan para solucionarlo; no lo evitan a toda costa porque eso solo aumenta lo que quiera que pase. Así que, dime qué narices te pasa porque no pienso irme de aquí hasta que lo hayamos arreglado.

Axel, que tenía la vista clavada en el suelo, levanta la cabeza de inmediato con asombro. Yo me cruzo de brazos a la espera de que empiece la explicación, pero la duda en su rostro me hace pensar que no va a abrir la boca; así que suspiro y camino hasta él, que me mira completamente pasmado. 

—¿Querías hablar de nuestro beso? Ahora es el momento.

Él parece tardar en procesar mis palabras, pero reacciona de inmediato apartando la mirada de nuevo. Maldigo en voz baja antes de tomar su cara entre mis manos y obligarle a centrar sus ojos en mí. La acción le pilla desprevenido, provocando que se ruborice y yo reprima una sonrisa ante lo tierno que se ve así.

—Axel, por favor, habla conmigo de una vez .—ruego desesperada por acabar con esta situación. Me duele verle así de decaído y me mata saber que es por mi culpa.

—Antes dijiste que no había nada que hablar sobre nuestro beso. Fue un simple beso, no es como si fuera tan importante.

Las piezas del puzle hacen clic en mi cabeza al unirse. Pensaba que yo había querido decir que nuestro beso no significó nada. Joder.

—¿Piensas que no fue importante?

—Es lo que tú has dicho.

—Axel, jamás diría que nuestro beso no fue importante; de hecho, fue la cosa más importante de mi vida .—aclaro con tono suave. Juro que puedo ver cómo Axel se culpa por haber entendido mal mis anteriores palabras, así que me apresuro a continuar—. Te dije que estaba empezando a quererte como algo más que un amigo, y lo dije muy en serio. Ese beso removió tantos sentimientos en mi interior que juré que podría morir de una sobrecarga en cualquier momento.

Una tierna sonrisa se forma en sus labios, acelerando de nuevo mi corazón y provocando que le responda con una sonrisa que espero que demuestre todo lo que no puedo expresar con palabras.

—Pensaba que yo había sido el único que había sentido eso con nuestro beso. Tenía miedo de que mis sentimientos no fueran correspondidos .—admite algo avergonzado—. Perdón por comportarme como un idiota.

Una risita escapa de mi boca al escuchar sus disculpas. Este chico es la persona más dulce y tierna que he visto en mi vida, y me encanta que yo sea de las pocas personas que puedan verle así, siendo él mismo.

—No tienes que disculparte .—me encojo de hombros para quitarle importancia y, sobre todo, para evitar que se coma la cabeza culpabilizándose—. Y por cierto, que sepas que tus sentimientos llevan siendo correspondidos mucho tiempo.

Pura alegría ilumina su rostro como las estrellas en el cielo nocturno y las famosas mariposas aparecen en mi estómago, mostrándome lo realmente jodida que estoy con este chico.

El beso que deposita en mis labios y que acaba convirtiéndose en algo más duradero de lo previsto afirma mi suposición anterior sobre mis sentimientos por Axel. 

¿Mundo de los enamorados? Allá voy.

Tan compatibles / Axel Blaze y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora