Capítulo 37: Sentimientos de Gohan

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Ashton

—¿Qué tengo que hacer para que dejes de hacer estas tonterías?

—Mamá, estoy ebrio... —insistí.

—No es cierto —aseguró—. Estas muy lúcido.

—Ni tanto.

—Ashton —me habló mi padre con dureza—. ¿Podrías una vez en tu vida admitir la responsabilidad de algo?

—Bien, perdónenme...

—Pídele perdón a Pierce —me ordenó mi papá—. Nosotros somos tus padres y bueno, no nos queda de otra que aceptar que te comportes así con veintitrés años y un titulo universitario; pero si yo fuera él, te mandaría al demonio.

—Tú me mandaste al demonio una vez —me quejé.

—Porque me tenías harto —dijo sin remordimiento—, pero sólo fue algo producto de la ira. En el fondo, muy en el fondo, te quiero.

—¿Igual que a Marco?

—No tanto —dijo, aunque iba con un claro tono de broma—. Ahora ve a disculparte con tu hermano y su esposo.

—Ya voy.

Mis padres se quedaron hablando con Marco afuera, probablemente quejándose de mi comportamiento.

Sí, quizás tuve algo de culpa. Yo había insistido en molestar a Gohan, sabiendo como podía reaccionar, pero él tampoco tenía autocontrol y tendría que trabajar en ello. Ambos teníamos que mejorar cosas para mantener nuestra relación.

Una vez adentro me disculpé con Pierce, quien más que nada me reprendió por no tener cuidado con mi integridad física.

—Si tu cerebro sufre algún daño, no cuentes conmigo.

—Está bien, hermano.

Pierce me dio unas palmadas en la espalda y luego volvió con su pareja.

El día que uno de mis hermanos me diera un abrazo o una muestra física de afecto más allá de unas palmadas, seria el día del juicio. Pierce ni siquiera era muy afectivo con su ahora esposo, por lo que esperaba que eso fuera algo del agrado del traumatólogo. 

Luego de eso, fui hacia Gohan, quien me miraba con algo de desconfianza.

—Lo siento —dijimos al unísono.

Ambos nos dimos un abrazo apretado y luego le di un beso en la mejilla.

—¿No pudieron hacer eso antes de golpearse? —preguntó Alaska.

—No —respondimos nuevamente al unísono.

Alaska nos miró con algo de fastidio, pero después hizo a un lado el tema. Ella tuvo claro desde que nos conoció que a algunos problemas los solucionábamos de esa forma, aunque estuviera mal. 

—A veces tu novio se merece unos golpes, por irritante —dijo Gohan con un leve tono bromista.

—A veces mi mejor amigo se merece que le remuevan el cerebro, por idiota —seguí yo—, y por más que lo ame.

Alie rodó los ojos.

—Bueno, mejor vamos a beber algo para relajarnos —propuso Alie.

Los dos concordamos con su idea y la seguimos a la barra.

[...]

Por suerte, Alaska no había bebido demasiado y para las cinco de la mañana ella había podido conducir hacia nuestra casa.

Los tres decidimos dormir en el cuarto más grande, el que compartía con Alaska, y casi al instante de poner nuestras cabezas en la almohada, nos quedamos dormidos.

Nosotros contra Los Ángeles [LA #2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora