El día era agradable, el buen clima, el cielo despejado, y todas las olas del mar estaban perfectas para surfear. Decidieron no desaprovechar la ocasión, y según los comentarios de los locales las primeras horas del alba traían consigo las mejores las olas y estaban ubicadas en la costa sur.
No se lo pensaron y se alistaron para acampar. Nadie les puso inconvenientes. Pero cuando fue a darle a su abuelo un beso de despedida hasta dentro de dos días, que seria el tiempo que se perderían, en un abrazo cariñoso le recordó la razón para el viaje.
—Dos semanas —le susurró al oído —sin arrepentimientos pequeña.
Y con una tímida sonrisa se despidió de todos.
Era casi cerca del ocaso cuando encontraron el lugar ideal para acampar. Estaba cerca de la playa, a unos cien metros se podía observar una saliente rocosa, como si alguien simplemente hubiera dejado caer una roca por ahí, completamente fuera de lugar pero que llenaba de cierto encanto y misterio esa playa.
Estaban rodeados por naturaleza en su mas profundo significado. El aire puro que se respiraba llenaba de dicha los pulmones casi acostumbrados a la contaminación de la ciudad.
La idea de dormir bajo la luz de las estrellas los llenó de emoción, el lugar era perfecto. Prepararon una pequeña merienda para la noche. El sonido de las olas al chocar con la playa era claramente relajante.
Sin una sola palabra Melina se levantó y se separó del grupo, su cabeza era una revolución silenciosa que sentía que explotaría en cualquier momento. Se dirigió sin pensar hacia la roca, el lugar traía un misticismo embriagador. Cargado de una energía tan pura y renovadora que le brindaban algo de calma a su atormentado corazón. Se acercó al borde de la playa, sus pies casi chocando con las olas, el sonido del mar como suaves susurros, y se quedó allí, sola mirando la inmensidad del mar y sintiéndose tan pequeña en comparación. Que simplemente deseó que al cerrar los ojos y volverlos a abrir, nada de esto hubiera pasado, que toda su vida fuera solo una maldita pesadilla y nada más. Pero las cosas nunca son como uno quiere, y cuando los problemas te caen, suelen hacerlo como una tormenta de verano.
Melina sentía que el mundo mismo se le caía encima, se sentía agobiada, asfixiada, y estaba plenamente consciente que iba a entrar en una crisis de pánico en cualquier momento, su pecho le apretaba. Y cerrando los ojos con fuerza se concentró en las olas del mar. Respirando con cada ola, calmando sus latidos y sincronizándolos con el mar.
Cuando pudo recuperar la calma nuevamente, se perdió en sus pensamientos, y la maldita frase de "Y si..." comenzaban a atormentarla de nuevo.
Y si no habría escapado de Kay el día que recuperó la memoria.
Y si no hubiera ido a ese viaje.
Y si no hubiera entrado a clases de baile.
Y si no hubiera nacido...
Pensamientos cada vez más fatídicos comenzaban a embargarla nuevamente trayendo dolor a su corazón. Y mientras estaba hundiéndose en esa angustia recordó las palabras de su abuelo «dos semanas...»
Dos semanas eran nada, eran solo un suspiro en el tiempo. Ella necesitaba más, para pensar, para recuperarse, para encontrarse, pero sabia muy bien que no podría hacerlo sola. Sentía que se perdida nuevamente, cayendo en ese negro abismo de ansiedad y depresión.
¿Porque el destino era tan cruel?
Encontrar a la persona correcta en el momento equivocado.
Eso sentía ella que era Zafrán. Su persona correcta, pero en el momento equivocado. Su corazón estaba roto, por decirlo lindo. Se sentía destrozada, dolida, arrepentida, resentida, triste, furiosa, amargada y tantas emociones a la vez que sentía que explotaría.
ESTÁS LEYENDO
El despertar del Dragón
Teen FictionSegunda parte del libro "Enamorándose del demonio" Muchas verdades no han sido dichas, muchas historias no escuchadas. Ha llegado el tiempo de conocer la verdad, de saber quienes son en realidad, y de aceptarse o negarse. De odiarse... o amarse. K...