Kay regresó esa tarde hecho una furia, entró a su despacho y tiró su corbata lo más lejos que pudo sentándose de manera cansada en su sillón. No había logrado absolutamente nada en esa reunión. Sólo consiguió que todos desconfiaran y sospecharan que había algo por detrás.
-Debemos encontrarla rápido Sebastián -dijo mirándolo casi con desespero -, ¿Hay algún avance sobre el paradero de Zafrán?
-Lastimosamente no mucho señor, la agencia que lo contrató no existe. Intentamos ubicar a los dueños de la línea de ropa, pero al parecer nadie sabe nada, no lo tienen claro, o simplemente se niegan a dar datos.
- ¿Intentaste comprar esa información?
-Con sumas que tienen varios ceros por detrás, pero nadie quiere hablar. O tienen mucho miedo de su jefe, o es que les paga lo suficientemente bien como para no querer abrir la boca.
-Eso no suena nada prometedor. ¿Qué fue lo que averiguaste sobre esa empresa? ¿Algún contacto? ¿Alguna otra referencia?
-Ninguna, todo es fantasma.
- ¡DEMONIOS! -gritó completamente exasperado cubriéndose el rostro con las palmas -. Debemos encontrarlos Sebastián, el tiempo se nos acaba. La cuenta regresiva está llegando a cero. Tenemos menos de 36 horas para encontrarlos ¡y no tenemos ni una sola miserable pista! -exclamó alterado golpeando la mesa. Se sentía frustrado ¿Qué podía hacer? ¿A quién podía acudir? ¿Cómo podía encontrarla? Nadie tenía algún dato sobre ella. Ni siquiera Dimitri pudo decirle algo útil.
Cuando sentía que todas las puertas se le cerraron, una chispa de brillante luz saltó frente a sus ojos.
-El Emir -fue lo único que dijo.
- ¿Señor?
- ¡El Emir Sebastián! -exclamó como poseso. Una sonrisa de maniática alegría cubrió su rostro - ¡Él fue quien organizo la última fiesta! ¡Él la conoce! ¡Él debe saber de su paradero!
- ¿Está usted seguro señor? -pregunto dubitativo.
-Consigue el número privado del Emir, no me importa el costo ni lo que tengas que hacer para conseguirlo. ¡AHORA! -rugió con la sangre en la cabeza.
Sebastián no tuvo ni tiempo para decir nada, salió de allí hecho una bala.
Kay se sentía alterado, nervioso, estaba a un paso de poder encontrarla. Si sus suposiciones eran las correctas, daría con ella.
Aun recordaba con vivida emoción lo que sintió al bailar con ella. Ahora que realmente era consiente de quien era ella, una emoción mezcla de alegría y melancolía se apoderaban de él.
Había sido ella.
Melina.
Su Melina.
¡¿Cómo fue posible que su corazón se negara a aceptarlo?! Recordaba el dolor en sus ojos ante tan cobarde y automática reacción de su cuerpo al dar ese maldito paso atrás. Esa simple acción la había lastimado profundamente, él lo sabía porque así lo sintió también.
Estaba hermosa, su pequeño ángel se había transformado, podía defenderse sola, era fuerte, valiente, y peligrosa. Estaba seguro que mucho mejor que nunca. Tenía un gran maestro a su lado, que debió entrenarla bastante, uno que podía disfrutar de su compañía y sus hermosas sonrisas.
Se veían muy unidos.
Bastante.
Demasiado para que su celoso y paranoico corazón pudiera soportarlo. Si no hubiera estado tan sedado... ¿Habría reaccionado distinto? ¿Qué habría hecho? Esas preguntas en pasado lo tenían atormentado... Si tan solo...
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El despertar del Dragón
Teen FictionSegunda parte del libro "Enamorándose del demonio" Muchas verdades no han sido dichas, muchas historias no escuchadas. Ha llegado el tiempo de conocer la verdad, de saber quienes son en realidad, y de aceptarse o negarse. De odiarse... o amarse. K...