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Hope Hannigan

Me encontraba mal, realmente mal. Nunca me había costado tanto abrir los ojos hasta esa mañana, y es que absolutamente todo me molestaba: la luz, los sonidos procedentes de otras habitaciones, mi propia existencia... Era extraño de explicar, era como si todo mi cuerpo estuviera cansado, seco y acartonado. Me sentía asquerosa, como sucia...

Posé los pies en el suelo con la única intención de correr las cortinas para que la luz de los rayos de sol no alumbrara tanto cada puto rincón de mi habitación. Me aparté el pelo que se me había pegado a la cara y me intenté enfocar en todo lo sucedido la noche anterior. Flashbacks y palabras al azar eran lo único que aparecía en mi mente, y eso fue de lo más perturbador.

-Vas drogada, Hope.

-No, yo no he tomado ninguna droga.

-No conscientemente.

Mierda. ¿Me habían drogado? ¿Cuándo? No me había enterado de nada.

Ya, creo que ese era el plan...- Me contesté dándome una colleja mental.

Fui corriendo al lavabo, para mirarme, porque me sentía espantosa. Mis sospechas se confirmaron tras verme en el reflejo del espejo. El pelo enmarañado, el maquillaje corrido, solamente uno de los pendientes carísimos de Gina... ¡Qué desastre! ¡Todo era un auténtico espanto!

Me quité la ropa interior, que era lo único que llevaba puesto, y me metí rápidamente en la ducha. Necesitaba limpiarme, adecentarme, sentirme yo otra vez. No sé cuántas miles de veces me enjaboné, pero no parecían suficientes. Llegó un momento en el que simplemente dejé el agua correr y caer sobre mí, como una lluvia, y entonces caí en la cuenta.

¿Cómo había llegado hasta mi habitación y me había quedado en ropa interior?

Abrí los ojos como platos. ¡Oh, Dios Santo! No podía ser verdad.

Mi estado empeoró cuando salí de mi habitación, los grandes ventanales de la casa me impedían ver el entorno sin provocarme un dolor insoportable en los ojos, y la cabeza me retumbaba hasta con el ruido de mis propias pisadas. Lo noté sobre todo cuando la cafetera empezó a sonar al ponerse en funcionamiento mientras bajaba por las escaleras.

Mi teléfono empezó a sonar a todo volumen.

-Joder- Mascullé tras bajar el último escalón y quedarme en mitad del pasillo- ¿Si?

En la pantalla no había aparecido nada más que un número desconocido, así que no sabía que esperarme al otro lado de la línea. Levanté la vista en el momento en el que pronuncié la primera palabra y fue entonces cuando la persona en la cocina que había estado empleando la cafetera conectó la mirada conmigo.

-Buenos días, señorita Hannigan. Soy la directora Williams, de la institución de La Fontain- Se presentó la irritante voz mientras mi atención quedaba totalmente absorbida por cierto chico moreno- Quería informarle de que a la vuelta de las vacaciones de acción de gracias tendrá que cumplir una hora de castigo tras el horario lectivo debido al incumplimiento de la orden que impuso la señora Milton el pasado viernes de ir a mi despacho castigada- Mierda- Me gustaría que informara a su conviviente, el señorito Goodman, debido a que me ha sido imposible ponerme en contacto con él.

Murmuré algo, no recuerdo el qué, pero no fue nada más elaborado que un monosílabo.

-Que pase un buen día y unas felices fiestas- Le iba a meter las buenas fiestas por donde le cupiesen porque eso de ser amable se le daba muy mal.

Me senté en el taburete agotada. Bufé y me hundí los dedos en el pelo antes de dejar mi cabeza caer bruscamente contra la encimera y cerrar los ojos. Escuché pasos moverse por la cocina y entonces supe que Blake se iba a marchar sin ni siquiera dedicarme ni una sola palabra.

PEPPERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora