Blake Goodman
Tiré la colilla al suelo despreocupado y llamé al timbre. Los pasos rápidos al otro lado de la puerta acercándose me alentaron a llamar de nuevo, para que reconociera quién era antes de abrir la puerta.
- ¿Blake?
Me quedé admirando cada poro de su piel que, el semitransparente camisón, dejaba a la vista. Sus rizos morenos estaban enganchados por una goma en lo bajo de su cabeza, lo que dejaba a la vista su cuello y sus hombros desnudos que me incitaban a besarlos.
- ¿Truco o trato? - Pregunté para romper un poco el hielo antes de lanzarme a sus labios como un loco poseído por el deseo- Espero que no recibas así a todos los preadolescentes salidos que vengan a buscar chuches...
La empujé poco a poco hasta meternos en su casa y la acorralé contra la puerta principal, una vez estuvo cerrada. Necesitaba aquello, lo necesitaba con locura, llevaba sin hacerlo desde que había llegado la pequeña intrusa a mi casa y el celibato me había vuelto loco.
-Blake...- Se separó ella levemente para intentar capturar mi mirada con sus ojos, pero yo la volví a besar- ¿Estas bien? - Gruñí como respuesta afirmativa mientras la arrastraba por el pasillo hasta su habitación- Siempre avisas antes de venir... esto no es propio de ti, podría haber estado mi marido...
Ella estaba casada ¿felizmente? No estoy muy seguro. El tema era que su marido la venía a visitar solo una semana al mes porque el resto se la pasaba conduciendo por todo el país en su oficio de camionero. Digamos que Rachel tenía ciertas necesidades que necesitaba cubrir y que a mi se me antojaban como perfectas porque sabía que ella nunca me pediría nada serio, porque ya lo tenía.
- ¿Quieres hablar de algo, Blake? - Falta aclarar que ella era la psicóloga del pueblo y siempre intentaba analizar a todo el mundo, incluso a mí.
-Necesito follar, Rach- Me miró intentando averiguar porque requería con aquella urgencia una distracción, pero finalmente se dio por vencida y se quitó el camisón enfrente de mis ojos.
Un brillo especial apareció en ellos, estoy seguro. La arrastré hasta su cama y la empujé para tumbarla sobre ella y poder admirarla perfectamente. Me agaché y me metí uno de sus pezones en la boca para saborearla, aunque en mi mente no era ella quien estaba debajo de mí, era otra con unos pechos más pequeños. Le di la vuelta para no verlos, para borrar aquello de mi mente. Y la hice mía por detrás, a un cuerpo cualquiera, sin cara, sin pechos grandes o pequeños, sin nada reconocible, solo para desfogarme, solo por el simple placer del sexo.
Diez minutos después me recoloqué la camiseta negra que complementaba mi disfraz de Halloween con unos pantalones vaqueros también negros. Rachel me observó, aún desnuda, desde su cama. Apreció cada expresión, cada movimiento, analizándome. Yo me demoré en cada uno de ellos para evitar levantar la cabeza para mirarla, porque en cuanto lo hiciera ella estallaría con mil preguntas. Ese era el único aspecto negativo de todo aquello.
-Ha venido a vivir con nosotros la sobrina nieta de Hannigan y no me fío de ella- Respondí a la pregunta que daba vueltas en la mente de Rachel y que se moría por hacerme.
- ¿Por qué? - Preguntó con su voz sosegada de psicóloga mientras abría el cajón de la mesilla de al lado y se encendía un cigarro entre los labios.
-No sé, es extraño que del día a la mañana aparezca una sobrina nieta de la que jamás había oído hablar y que es una completa desconocida.
-Para ella también seréis unos completos desconocidos- Me pasó el cigarro- Además tiene que ser muy duro mudarse a la casa de unos completos extraños y adaptarse a ella.
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PEPPER
RomanceHope está sola. Hope no puede controlar ni su propia vida. Está rota, perdida e indefensa. Aunque nunca mostraría eso, así que finge estar bien y ser fuerte por ella porque nadie lo será sino. Por eso cuando la mandan a un pequeño y adinerado pueblo...