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Hope Hannigan

Siempre me había considerado una persona optimista, a veces demasiado incluso. De pequeña mi abuelo siempre me había dicho: "no vendas la leche antes de tener la vaca". Y realmente nunca lo llegué a terminar de entender. ¿Por qué no iba a poder soñar qué hacer cuándo la vendiera? Solo era una reflexión, algo que podía pasar y no hacía daño a nadie soñarlo. Hasta que un día te das cuenta de que al único al que eso acaba haciéndole daño es a uno mismo, sobre todo si la ilusión de tu vida pasa a ser eso, un mero sueño. Porque al final todo se rompe y se desvanece y cuantas más ilusiones te haces, más subes y más dura es la caída después. Porque el mundo es injusto, es una puta tortura a la que nos sometemos sin saberlo, y cuando nos damos cuenta de la realidad ya nos hemos atado a demasiadas personas y no podemos escapar así como así.

- ¡Hope! - Me gritó Hannah persiguiéndome en el aparcamiento detrás de mí- ¡Hope, por favor! ¡Para, Hope, cálmate!

Yo apenas la escuchaba, lo veía todo rojo. Solo quería chillar lo más alto posible, liberar toda la rabia que hervía en mis venas por el simple hecho de recordar lo que me acababa de decir el maldito notario. Habíamos estado una hora y media en el despacho aguantando miles de tecnicismos jurídicos que se resumían en otra hostia que me daba la vida.

- ¿¡Qué me calme!?- Le grité furiosa- ¿¡Cómo quieres que me calme!? ¿¡Qué mierdas es Crosswood y por qué cojones me mandan allí!?

-Ya te lo ha explicado el notario- Respondió calmada esperando a que se me pegara su semblante- No podrás acceder a tu herencia hasta los dieciocho años, por lo que en vez de mandarte a otra casa de acogida, te van a mandar a casa de tu tío abuelo.

- ¡Me la suda tres cojones mi tío abuelo! - Grité en medio del parking- ¡No quiero mudarme allí! ¿¡Es que no lo entiendes!?

- ¡Claro que lo entiendo! - Respondió elevando el tono- ¿¡Prefieres volver a cuidar niños malcriados en la casa de acogida de la señora Maley como has estado haciendo hasta ahora!?

- ¡No!

- ¡Pues mete tu culo quejica en el coche que tenemos que coger un avión!

La obedecí aún cabreada cerrando de un portazo desde el asiento del copiloto. No sé en qué momento había pensado que la vida me podría empezar a sonreír, porque cada vez que me permitía tener una simple esperanza esta se sentía cada vez más y más lejos, como si quisiera escapar de mí o yo no fuese lo suficientemente rápida como para alcanzarla.

-Quiero que sepas que yo pedí tu custodia, Hopy- Rompió el silencio de repente cuando ambas ya estábamos metidas en el vehículo- Nunca te quise en una casa de acogida, todo el mundo sabe los infiernos que os hacen pasar allí, pero legalmente no pude hacer nada- Me cogió de la mano y me miró con ternura a los ojos- Después apareció la opción de tu tío abuelo y entonces supe que cuando se arreglara el testamento no me dejarían quedarme contigo.

- ¿Ya sabías a donde me iban a mandar antes de venir aquí? - Pregunté anonadada devolviéndole la mirada mientras ella arrancaba el coche.

-Sí, lo sabía- Volteé los ojos poniéndolos totalmente en blanco- Ves, por eso no te lo he contado. Porque no lo vas a ver como la enorme oportunidad que es hasta que no lo pienses fríamente desde otra perspectiva. Eres muy temperamental y tiendes a enfadarte incluso antes de saber si te va a gustar o no el cambio.

- ¿Qué otra perspectiva hay? - Le pregunté cansada.

-Está el hecho de mudarte a uno de los pueblos más ricos y bonitos del país...

-Es decir, un pueblo elitista y snob...- La interrumpí y ella esbozó una media sonrisa.

-No es elitista y snob. Es un pueblo pequeño en el que la gente se conoce y en el que seguro que no te aburrirás.

-No sé si eso es bueno o malo- Respondí dudosa.

Todavía no estoy segura a día de hoy de si fue bueno o malo, pero sí necesario.

Llegamos al Louis Armstrong New Orleans International Airport minutos después sin haber intercambiado muchas palabras más. Cuando apoyé los pies en el cemento del estacionamiento de vehículos me azotó un recuerdo, uno de cuando había hecho la misma acción aunque diez años atrás. Nunca habíamos viajado a ninguna parte, de hecho ni siquiera me había subido nunca a un avión, pero no estaba intrigada, solo indiferente. Pero aquel día hace diez años..., aquel día sí que estaba intrigada. Recuerdo los nervios recorriéndome todo el cuerpo mientras entraba al aeropuerto cogida de la mano de mi madre y miraba a todas partes intentando verle por algún sitio, pero allí llevábamos esperando cinco minutos y él no aparecía. Recuerdo que casi no había podido dormir la noche anterior pensando en cómo sería cuando lo volviera a ver. Tampoco había desayunado mucho aquella mañana, me había vestido a toda prisa para ir cuanto antes a recogerle. Dos soldados aparecieron al fondo de las aduanas y yo me solté del amarre de mi madre. Ella me había estado cogiendo de la mano y, aunque mantenía la compostura por mí, sabía que también lo había echado mucho de menos. Yo corrí hasta él y me levantó del suelo fundiéndome en un cariñoso abrazo. Lo rodeé con mi brazos y mis piernas deseando no soltarlo nunca más, y él me besó la frente y me susurró: ¿Me has echado de menos, petarda? Entonces fue cuando empecé a llorar, al oírlo llamarme así. Obviamente su amigo Steve, que lo acompañaba, se rio de mí y me llamó llorona. Pero yo no le hice caso porque él por fin estaba de vuelta. Por fin estaba de vuelta mi papá.

Había tenido suerte de no tener que llevar nada de equipaje porque cargar con todas mis cosas ahora mismo con el incómodo vestido que portaba, no me habría hecho ninguna gracia. Lo malo es que no tendría ningún objeto personal hasta que el camión de mudanzas me trajera todas mis cosas al día siguiente a la casa de mi tío abuelo.

-Señora Robinson- Saludó el chófer a Hannah cuando bajamos del avión siete horas después en un estado totalmente diferente- Señorita Hannigan- Me saludó a mí- Espero que hayan tenido un buen vuelo, el señor Hannigan le espera atentamente en casa.

A continuación nos abrió la puerta para que pasáramos en los asientos traseros y una ventanilla entre la parte delantera y trasera nos aisló de él y nos dejó intimidad a Hannah y a mí para conversar, aunque solo nos salió una sonora risotada.

-Espero que haya tenido un buen vuelo, señora Robinson- Me burlé de las formalidades del chófer dirigiéndose a Hannah con una voz ridícula.

-El señor Hannigan os espera atentamente en casa, señorita Hannigan- Me siguió el rollo Hannah mientras reíamos.

El chófer salió del aeropuerto en dirección a Crosswood y no sé porque una extraña sensación me recorrió entera. Todo iba a cambiar aún más y no sabía si iba a tener la suficiente fuerza como para seguir si toda la gente que me impulsaba a no abandonar me había abandonado a mí.

PEPPERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora