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Hope Hannigan

El Porsche en el que iban Margaret y Stephen salió del garaje y tomó la calle dejándonos a Blake y a mí solos.

Blake podía conducir como una anciana de ochenta años o como Hamilton, no sabía cuál de los dos prefería. Me tranquilizaba pensar que Margaret y Stephen no me dejarían subirme al coche de alguien que no condujera bien ¿no?

- ¡Que te subas al puto coche! - Me gritó mientras giraba la llave de contacto y encendía el motor.

- ¡No me inspiras confianza!

- ¡Me la suda lo que te inspire! - Se mofó- ¡O te subes ya o me voy sin ti!

Di mi brazo a torcer porque no quería ir andando con mi pésimo sentido de la orientación. Avancé arrastrándome hasta la puerta del copiloto de su coche, la abrí y me metí dentro del vehículo bajo la mirada furiosa de Blake.

-Créeme casi prefiero que te vayas sin mí- Refunfuñé de mal humor para que supiera cómo me sentía respecto a que me llevara en coche.

Blake aceleró rápidamente antes siquiera de yo pudiera haber cerrado bien la puerta y alcanzó más de cien kilómetros por hora cuando se incorporó a la carretera principal. Sin duda preferí la viejecita, Hamilton no me gustaba nada.

- ¿¡Pero tú eres gilipollas!?- Le grité mientras me apresuraba a agarrarme del cinturón de seguridad y abrochármelo antes de morir a manos del peor conductor de la historia.

Blake se rio de mi reacción y quise matarlo por ello, pero estaba demasiado ocupada abrochándome el cinturón para no salir despedida por el coche si nos estrellábamos, cosa muy probable si seguíamos a esa velocidad.

- ¿¡Pero tú no ves las señales de tráfico!? - Le grité fuera de mí cuando vi que ya se había saltado tres stop- ¿¡A ti quién te enseñó a conducir!? ¿¡Un terrorista!?

Blake continuó subiendo la velocidad mientras se reía de mi muy justificada histeria. Estaba a punto de suplicarle que me bajara del coche, que iría hasta el restaurante andando, pero justo derrapó en el aparcamiento del restaurante siciliano. Me desabroché el cinturón a toda velocidad y salí del coche dando un portazo.

- ¡Estas loco! - Le grité fuera de mis casillas.

Blake salió del coche dejándolo mal aparcado entre tres sitios que podría haber aprovechado cualquier otra persona. ¡Típico! Blake era el típico cabrón que usaba tres plazas de aparcamiento sólo para él.

-No me dirás en serio que estás enfadada por esto- Me dijo aun riéndose con su adorable risita aguda.

Blake avanzó detrás de mí a paso relajado mientras intentaba alcanzarme. Yo me senté en las escaleras que había antes de entrar al restaurante tapándome la cara con las manos, intentando recuperar el aliento y haciendo que mis pulsaciones volvieran a ser normales. Blake se acercó hasta donde estaba yo y se agachó para mirarme. Intentó apartarme las manos de la cara, pero yo le golpeé automáticamente y me puse en pie.

- ¡Que no me toques! - Le grité antes de dar media vuelta y entrar en el restaurante mientras el continuaba con su extraña y contagiosa risa.

- ¡Deberías haberte visto gritando como una loca! - Escuché desde la distancia entre risas que casi no le dejaban decir toda la frase del tirón- En serio, ha sido genial... Hacía mucho que no me reía tanto ¿sabes?

Hui de él dentro del restaurante ignorando por completo como se divertía a mi costa. Al entrar un poco de mi enfado se disipó al ver la espectacular decoración del restaurante. En ella se mezclaba el antiguo estilo de la piedra con el moderno de las cristaleras y los tonos blanco y beige. Avancé por un precioso pasillo con una pared de cristal que dejaba ver el comedor donde los comensales disfrutaban de sus platos. Todas las mesas estaban llenas de familias de pueblo perfectas y, aunque no me estuvieran prestando atención, sentía que todas me observan. Me tranquilicé cuando visualicé a Margaret y a Stephen al fondo del establecimiento, es entonces cuando me di cuenta de lo bien que encajaban en el ambiente y de lo mucho que iba a cambiar cuando Blake y yo nos sentásemos junto a ellos.

PEPPERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora