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Blake Goodman

-Prefiero suspender- Sentencié poniéndome a la defensiva tras ver la cara de asco que se le había formado a Pepper.

-Blake no seas así. Eres un chico listo, estoy segura de que si Hope te ayudara...

-Que no, Margaret.

Sabía que Pepper no quería hacerlo y no iba a obligarla a pasar más tiempo del necesario conmigo. Además estaba seguro de que hiciera lo que hiciera, Thompson siempre me pondría mala nota. Tenía esa sensación.

-No pasa nada, apenas tengo tiempo- Le explicó Pepper a Margaret.

-Qué curioso, para otras cosas sí que tienes tiempo...- Contraataqué sin ni siquiera pensarlo.

-Vete a la mierda- Me sacó el dedo de en medio.

-No discutáis...- Intentó relajar el ambiente Margaret, pero Pepper ya se había ido.

Me senté en el sofá horas más tarde y saqué el libro de matemáticas. Iba a hacer el proyecto de nuevo y mañana le pediría a la directora Williams una recuperación.

No conseguía que me saliera ninguna operación, no sé si es que con lo del brazo también se me estaba atrofiando el cerebro, pero no conseguía que ningún resultado demostrara el proyecto. No entendía las operaciones que hacía y lo que escribía, por lo que tampoco me concentraba.

Era misión imposible.

Como si Dios o lo que fuera que hubiera allá arriba me mandara una señal, apareció Pepper por la cocina. Estas habitaciones estaban comunicadas por lo que la observé distraído mirando mi hoja mientras ella cogía una bolsa de Doritos de la estantería, la abría y vertía el contenido en un bol. Sabía que Hope era consciente de mi presencia, pero aun así no me miró ni una sola vez. Otra vez estábamos enfadados y ni siquiera recordaba exactamente el por qué. Es como si estuviésemos destinados a pelear.

Me centré de nuevo en la primera operación recapitulando todos los procedimientos que había hecho hasta el momento. Estos se agrupaban en garabatos a lo largo de cinco folios por las dos caras. Repetí la primera operación rebanándome los sesos mientras Pepper estaba a diez metros haciendo todo el ruido posible e irritándome incluso más que las matemáticas.

-Os presento a la niña orquesta- Presenté vacilándola.

-¿Sabes?- Preguntó molesta mientras se acercaba hacia mi con un tono amenazante- Iba a preguntarte si necesitabas ayuda, pero me lo he pensado mejor.

-No necesito tu ayuda, lo estoy haciendo perfectamente bien yo solo.

Ojalá.

-Me alegro- Soltó rápidamente mientras me sostenía la mirada.

-Y yo- Respondí continuando con el duelo.

Sus verdes esmeraldas se cansaron de aquello y se apartaron de mí. Rotó sobre su eje como si nada y se encaminó hacia las escaleras para volver a su habitación.

-Ayúdame con química- Le exigí en un intento de súplica tras caminar hasta ella antes de que subiera el primer escalón y agarrarla del brazo- Por favor.

No se lo esperaba, eso quedó reflejado en su mirada, pero me había tenido que tragar todo mi orgullo para pedírselo y esperaba que lo tuviera en cuenta. Vale, no nos llevábamos muy bien, pero dentro de lo que cabía, no estábamos tan mal... nunca nos aburríamos.

-Lo haré. Con una condición.

Me apuntó con su dedo acusador a dos milímetros de mi nariz y yo subí una ceja con intriga.

-Quiero cobrarme un favor.

- ¿Cuál? – Inquirí con una involuntaria sonrisa pícara.

-¡No ese tipo de favor! Un favor cual sea y cuando quiera, sin caducidad.

No era lo que esperaba, pero no estaba nada mal. Ayuda para un proyecto que necesitaba sí o sí aprobar a cambio de un favor que probablemente que dentro de tres días ya ni se acordara.

Extendí la mano y ella la apretó con fuerza a modo de cerrar el trato.

-Esto es un desastre- Me dijo frustrada mientras pasaba una por una las hojas del borrador de mi proyecto- Voy a por los míos.

Tras una hora de puro cerebro conseguimos terminar la primera parte del proyecto con todos los resultados correctos y las explicaciones bien detalladas. Había sido duro porque, Pepper no es que fuera la persona con más paciencia del mundo... Me había gritado más que cualquier otra cosa, pero al final algo habíamos conseguido sacar. Hicimos un descanso para rellenar el plato de Doritos.

Ella trajo dos y tuvo la terrible idea de preguntarme qué plato quería. Típico ejercicio de matemáticas ¿en qué plato hay más doritos? Pronto lo descubriríamos.

-Creo que este tiene más ¿no? - Pregunté vacilándola después de dejarla de pie con los platos más de cinco minutos esperando mi decisión.

-O coges un plato o te los tiro por la cabeza.

-Es que es una decisión muy importante que no podemos tomar a la ligera.

Bufó como respuesta y luego tornó su cara rápidamente en una sonrisa falsa mientras me tiraba los doritos por encima antes de que me diera tiempo a reaccionar. La camiseta de quinientos dólares que llevaba puesta de color blanca se volvió naranja.

-Estas muerta, Pepper- Me levanté del sofá y ella corrió hacia la cocina para huir de mí.

La perseguí como un halcón a su presa mientras pisaba los doritos que se habían caído al suelo. Ella huyó hacia la puerta que llevaba al jardín trasero y corrió hasta la fuente.

- ¡Déjame en paz! - Me suplicó entre risas.

Él sol que caía deslumbraba los ojos achinados de Pepper y se volvieron de un verde mucho más claro que me hicieron pararme un segundo a observar el fenómeno. Ella aprovechó esto como ventaja y comenzó a correr hacia el bosque.

-Me las vas a pagar, Pepper.

- ¡No me llames así! - Rio nerviosa mientras me reñía por lo mismo de siempre.

Para mi sorpresa Hope estaba en muy buena forma física, pero yo tenía más resistencia y cuando ella se fue cansando al adentrarse en el bosque yo logré alcanzarla. La casa ya no se veía porque se había escondido tras los otoñales árboles que nos rodeaban. La agarre de su cintura y la levanté por los aires para pararla antes de volverla a dejar en tierra. Pegué mi cuerpo al suyo y mi boca a su oreja. Inhalé inconscientemente su excitante esencia, que me hizo tener que apartarme ligeramente de su cuerpo para que no lo notara.

- ¿Sabes cuánto cuesta esta puta camiseta, Pepper? -Respondí bromeando.

Agaché ligeramente la cabeza para acercarme a ella y su boca se abrió inconscientemente. Sentí una necesidad inmensa de besarla. Miré sus tentadores labios que estaba a unos centímetros de probar, cuando un repentino cambio de humor me hizo apartarme bruscamente. Fue como si me molestara estar disfrutando de aquello.

-Me la vas a lavar.

Su mirada se oscureció por mi tosco tono y se apartó de mi como si estar tan cerca le repulsara.

-Tienes dos manos, así que si la quieres limpia te la lavas tú, y si no, no haber sido tan insoportable.

Caminó de vuelta a la casa a paso firme, como hacía siempre que había puesto a alguien en su sitio, pero esta vez la que la iba a poner en su lugar era yo.

-Hay que aprender a aceptar las consecuencias de nuestros actos. Si me manchas la puta camiseta, me la lavas. Y no hay más, porque...

Me desequilibré y caí, pero no al suelo sino a una superficie llena de agua. La fuente. Sin darme cuenta me había colocado junto a ella, en la distancia perfecta para que Pepper estirara la mano y me empujara dentro de la fuente.

Chapoteé en el agua desorientado y cuando abrí los ojos me encontré totalmente empapado y viendo como Pepper se acercaba a la puerta que llevaba a la cocina.

-Ya te la he limpiado.

PEPPERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora